norman-finkelstein-industria-del-holocaustoEl término “sobreviviente del Holocausto” originalmente designó a quienes sufrieron el singular trauma de los ghettos judíos, los campos de concentración y los campos de trabajos forzados; frecuentemente en esa secuencia. El número de estos sobrevivientes al final de la guerra se calcula generalmente en unos 100.000.[135] La cantidad de sobrevivientes actualmente vivos no puede ser hoy más que una cuarta parte de esa cifra. Dado que el haber soportado los campos confiere una corona de mártir, muchos judíos que habían pasado la guerra en otros lugares se hicieron pasar por sobrevivientes de los campos. Aparte de ello, el otro motivo para esta impostura fue material. El gobierno alemán de postguerra pagaba compensaciones a judíos que habían estado en los ghettos o en los campos. Muchos judíos se fabricaron un pasado acorde con los requerimientos de este beneficio.[136] Mi madre solía exclamar: “Si realmente son sobrevivientes todos los que dicen serlo, ¿a quién mató Hitler?”

De hecho, muchos académicos han manifestado dudas sobre la confiabilidad del testimonio de los sobrevivientes. “Una gran cantidad de errores que descubrí en mi propio trabajo”, recuerda Hilberg, “podía ser atribuido a testimonios”. Aún dentro de la industria del Holocausto Deborah Lipstadt, por ejemplo, observa secamente que los sobrevivientes del Holocausto manifiestan con frecuencia haber sido examinados personalmente por Josef Mengele en Auschwitz.[137]

Aparte de las fragilidades de la memoria, algunos sobrevivientes del Holocausto pueden llegar a ser sospechosos por razones adicionales. Debido a que los sobrevivientes resultan hoy reverenciados como santos seculares, nadie se atreve a cuestionarlos. Las afirmaciones más ridículas pasan sin comentarios. Elie Wiesel recuerda en su famosa memoria que, recién liberado de Buchenwald y con sólo dieciocho años, “Leí La Crítica de la Razón Pura” – ¡no se rían! – “en yiddish”. Dejando de lado que Wiesel reconoce que por ése entonces “Yo ignoraba completamente la gramática del yiddish”, La Crítica de la Razón Pura jamás se tradujo al yiddish. Wiesel también recuerda con intrincado detalle a un “misterioso sabio talmudista” quien “dominó el húngaro en dos meses, tan sólo para sorprenderme”. Wiesel le dice a un semanario judío que “con frecuencia se vuelve ronco o pierde su voz” mientras lee sus propios libros “en voz alta, interior”. Y ante un periodista del New York Times recuerda que una vez fue atropellado por un taxi en Times Square: “Volé una cuadra entera. Me atropellaron en la Calle 45 y Broadway, y la ambulancia me levantó en la 44”. “La verdad que yo presento no tiene barniz”, suspira Wiesel, “no puedo hacerlo de otro modo”.[138]

En años recientes, el término “sobreviviente del Holocausto” ha sido redefinido para designar no sólo a los que soportaron sino también a los que consiguieron evadir a los nazis. Incluye, por ejemplo, a más de 100.000 judíos polacos que hallaron refugio en la Unión Soviética después de la invasión nazi a Polonia. “Sin embargo, los que vivieron en Rusia no fueron tratados de un modo diferente que los demás ciudadanos del país”, observa el historiador Dinnerstein, mientras que “los sobrevivientes de los campos de concentración tenían el aspecto de muertos vivos”.[139] Uno de los aportantes a un sitio web dedicado al Holocausto sostuvo que, si bien pasó la guerra en Tel Aviv, se consideraba un sobreviviente del Holocausto porque su abuela había muerto en Auschwitz. A juzgar por Israel Gutman, Wilkomirski es un sobreviviente del Holocausto porque su “dolor es auténtico”. La oficina del Primer Ministro israelí calculó la cifra de “sobrevivientes del Holocausto con vida” en cerca de un millón. El principal motivo que hay detrás de esta revisión inflacionaria es, de nuevo, no muy difícil de hallar. Es fatigoso exprimir nuevos reclamos masivos por indemnizaciones si sólo un puñado de sobrevivientes del Holocausto siguen todavía vivos. De hecho, los principales cómplices de Wilkomirski estaban, de un modo o de otro, enganchados a la red de indemnizaciones por el Holocausto. Su amiga de la niñez en Auschwitz, la “pequeña Laura”, cobraba dinero de un fondo suizo para el Holocausto a pesar de que, en realidad, era una frecuentadora de cultos satánicos nacida en los Estados Unidos. Los principales patrocinadores de Wilkomirski o bien estaban activos en, o bien eran subsidiados por, organizaciones involucradas en las indemnizaciones por el Holocausto.[140]

La cuestión de las indemnizaciones ofrece una privilegiada aproximación a la industria del Holocausto.  Tal como hemos visto, al alinearse con los EE.UU. durante la Guerra Fría, Alemania fue rápidamente rehabilitada y el holocausto se olvidó. Sin embargo, a principios de los 1950, Alemania entró a negociar con instituciones judías y firmó acuerdos de indemnización. Con poca presión externa, si es que hubo alguna, Alemania ha pagado al día de la fecha unos 60.000 millones de dólares.

Compárese esto con el historial de los EE.UU. Como resultado de la guerra norteamericana en Indochina murieron unos 4 o 5 millones de hombres, mujeres y niños. Un historiador recuerda que, después de la retirada norteamericana, Vietnam necesitaba ayuda desesperadamente. “En el Sur se habían destruido 9.000 de los 15.000 asentamientos existentes, 10.00.000 de hectáreas de tierras cultivadas, 4.860.000 hectáreas de bosques, la ganadería había perdido 1.5 millones de animales; había estimativamente 200.000 prostitutas, 879.000 huérfanos, 181.000 discapacitados y un millón de viudas. Las seis ciudades industriales del Norte estaban severamente dañadas, al igual que los pueblos distritales y provinciales, así como 4.000 de las 5.800 comunidades agrícolas.” Sin embargo, negándose a pagar indemnizaciones, el presidente Carter explicó que “la destrucción fue mutua”. Wiliam Cohen, el Secretario de Defensa del presidente Clinton, después de declarar que “no veía ninguna necesidad de pedir disculpas, ciertamente, por la guerra en si” opinó: “Ambas naciones fueron heridas por esto. Tienen sus cicatrices por la guerra. Nosotros, por cierto, tenemos las nuestras.”[141]

El gobierno alemán trató de compensar a las víctimas judías a través de tres diferentes acuerdos firmados en 1952. Los damnificados individuales recibieron pagos de acuerdo a la Ley Federal de Indemnizaciones (Bundesentschädigungsgesetz). Un acuerdo por separado con Israel subsidió la absorción y rehabilitación de varios cientos de miles de refugiados judíos. Al mismo tiempo, el gobierno alemán negoció un acuerdo financiero con la Conference on Jewish Material Claims Against Germany (Conferencia de Demandas Materiales Judías Contra Alemania), una organización integrada por todas las principales instituciones judías, incluyendo al Comité Judío Norteamericano, al Congreso Judío Norteamericano, al B’nai Brith, al Joint Distribution Committee y así sucesivamente. Se suponía que la Conferencia de Demandas utilizaría los valores – 10 millones de dólares anuales durante 12 años, o sea aproximadamente mil millones a valores actuales – en beneficio de víctimas de la persecución nazi que habían quedado fuera del proceso de indemnizaciones. [142] Mi madre fue uno de esos casos. Sobreviviente del Ghetto de Varsovia, el campo de concentración de Majdanek y los campos de trabajos forzados de Czestochowa y Skarszysko Kamiena, mi madre recibió del gobierno alemán una indemnización  de tan sólo U$S 3.500. Sin embargo, otras víctimas judías (y muchos que, de hecho, no fueron víctimas) recibieron pensiones vitalicias de Alemania por un total que llegó a sumar centenares de miles de dólares. Los valores entregados a la Conferencia de Demandas estaban reservados para aquellas víctimas judías que habían recibido sólo una indemnización mínima.

Más aún, el gobierno alemán trató de dejar explícitamente establecido en su acuerdo con la Conferencia de Demandas que los valores se destinarían exclusivamente a sobrevivientes judíos, estrictamente definidos, que habían sido compensados de una manera injusta o inadecuada por las cortes alemanas. La Conferencia expresó que se sentía ofendida porque se estaba dudando de su buena fe. Después del acuerdo, la Conferencia emitió un comunicado de prensa subrayando que los valores serían destinados a “judíos perseguidos por el régimen nazi para quienes la legislación existente y propuesta no podía proveer una indemnización.” El acuerdo final instaba a la Conferencia a utilizar los valores “para el alivio, la rehabilitación y la reubicación de las víctimas judías.”

La Conferencia de Demandas anuló el acuerdo rápidamente. En una flagrante violación de la letra y el espíritu del acuerdo, la Conferencia destinó los valores, no para la rehabilitación de víctimas judías sino para la rehabilitación de comunidades judías. Mas todavía: una norma rectora de la Conferencia de Demandas prohibió el uso de valores para “asignaciones individuales directas”. En un clásico ejemplo de velar por la propia tropa, sin embargo, la Conferencia estableció excepciones para dos categorías de víctimas: rabinos y “líderes judíos destacados”. Estas dos categorías recibieron pagos individuales. Las organizaciones constituyentes de la Conferencia de Demandas utilizaron la mayor parte de los valores para financiar varios proyectos. Cualquiera que haya sido el beneficio que recibieron las verdaderas víctimas judías (si es que recibieron alguno), fue un beneficio indirecto o incidental.[143]Grandes sumas se derivaron indirectamente a comunidades judías en el mundo árabe y otras facilitaron la emigración de Europa Oriental.[144] También subsidiaron emprendimientos culturales tales como museos del Holocausto, cátedras universitarias para estudios sobre el Holocausto, así como pensiones graciables de propaganda para “gentiles virtuosos”.

Más recientemente la Conferencia de Demandas intentó apropiarse de propiedades judías recuperadas del Estado en la ex-Alemania Oriental por un valor de cientos de millones de dólares, propiedades que, en justicia, pertenecían a herederos judíos vivientes. Cuando la Conferencia resultó atacada por judíos defraudados por éste y otros abusos, el rabino Arthur Herzberg estigmatizó a ambas partes exclamando: “no se trata de justicia; es una pelea por el dinero”.[145] Cuando los alemanes o los suizos se niegan a pagar indemnizaciones, hasta los cielos resultan insuficientes para contener la justiciera indignación de la judería norteamericana organizada. Pero cuando los sobrevivientes judíos son robados por las élites judías, allí no surgen cuestiones éticas: se trata tan sólo de una cuestión de dinero.

Si bien mi madre recibió solamente U$S 3.500 como compensación, otros involucrados en el proceso de indemnizaciones se las arreglaron bastante bien.

El salario anual, públicamente informado, de Saul Kagan, por largo tiempo Secretario Ejecutivo de la Conferencia de Demandas, es de U$S 105.000. Mientras gestionaba sus períodos al frente de la Conferencia, Kagan fue sentenciado por 33 denuncias de administración fraudulenta de fondos y de créditos desempeñándose como gerente de un banco de Nueva York. (La pena fue anulada sólo después de múltiples apelaciones). Alfonse D’Amato, el ex-senador por Nueva York, gestiona demandas judiciales contra bancos alemanes y austríacos por U$S 350 la hora más gastos. Por los primeros 6 meses de su labor, cobró U$S 103.000. Antes de eso, Wiesel elogió públicamente a D’Amato por su “sensibilidad para con el sufrimiento judío”. Lawrence Eagleburger,  Secretario de Estado durante la gestión del presidente Bush, gana un salario anual de U$S 300.000 como presidente de la International Commission On Holocaust-Era Insurance Claims (Comisión Internacional de Reclamos de Seguros de la Era del Holocausto). “Sea cual fuere la suma que cobra”, opinó Elan Steinberg del Congreso Mundial Judío, “es una absoluta ganga”. Kagan se embolsa en 12 días, Eagleburger en 4 días y D’Amato en 10 horas lo que mi madre recibió por seis años de persecución nazi.[146]

Sin embargo, el premio al mercachifle más emprendedor en el área del Holocausto seguramente le corresponde a Kenneth Bialkin. Prominente dirigente judío norteamericano por décadas, Bialkin encabezó a la ADL y presidió la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Norteamericanas. Pero actualmente, Bialkin representa a la compañía de seguros Generali en contra de la Comisión de Eagelburger habiéndose conocido que hay una “gran suma de dinero” involucrada.[147]

Durante los años recientes, la industria del Holocausto se ha convertido directamente en un filón de chantaje. Pretendiendo representar a la totalidad de la judería mundial, viva o muerta, está arrogándose derechos sobre propiedades judías de la era del Holocausto. Muy adecuadamente denominado como el “último capítulo del Holocausto”, esta doble extorsión, tanto a países europeos como a demandantes judíos legítimos, apuntó primero contra Suiza. Reseñaré primero las demandas contra los suizos. Después me dedicaré a las pruebas, para demostrar que no sólo muchas de las acusaciones se basaron en falsedades sino que pueden hacerse con mucha mayor exactitud en contra de los acusadores que contra los acusados.

Al conmemorar el 50 Aniversario de la Segunda Guerra Mundial, en Mayo de 1955 el presidente de Suiza se disculpó formalmente por haberle negado refugio a los judíos durante el holocausto nazi.[148] Aproximadamente por la misma época se reabrió la largamente latente discusión acerca de los valores judíos depositados en cuentas suizas antes y durante la guerra. En una historia ampliamente difundida, un periodista israelí citó un documento –   malinterpretado como se supo después – que probaba que los bancos suizos todavía tenían cuentas judías de la época del Holocausto por un valor de varios billones de dólares[149]

El Congreso Mundial judío, una organización moribunda hasta el momento en que hizo la campaña para denunciar a Kurt Waldheim como criminal de guerra, corrió a aprovechar esta nueva oportunidad para flexionar sus músculos. Ya desde el principio se comprendió que Suiza sería una presa fácil. Serían pocos los que simpatizarían con los ricos banqueros suizos enfrentados con los “pobres sobrevivientes del Holocausto”. Pero, lo que es más importante, los bancos suizos eran altamente vulnerables a una presión económica de parte de los EE.UU.[150]

Hacia fines de 1995, Edgar Bronfman, presidente del WJC e hijo de un funcionario de la Conferencia Judía de Demandas, y el rabino Israel Singer, secretario general del WJC y magnate en bienes raíces, se reunieron con los banqueros suizos.[151] Bronfman, heredero de la fortuna licorera de Seagram (su fortuna personal está estimada en U$S 3.000 millones), informaría más tarde al Comité Bancario del Senado que habló “en nombre del pueblo judío” así como en nombre de “esos 6 millones que no pueden hablar por si mismos”.[152] Los banqueros suizos declararon que sólo habían podido detectar 775 cuentas inactivas, no reclamadas, por un valor total de U$S 32 millones. Ofrecieron esta suma como base para una negociación con el WJC la cual rechazó la oferta por inadecuada. En Diciembre de 1995 Bronfman hizo causa común con el senador D’Amato. El senador, con encuestas en su punto más bajo y con la carrera por el Senado no muy lejos del horizonte, aprovechó esta ocasión de aumentar su prestigio dentro de la comunidad judía, y para hacerse tanto de los votos cruciales como de los acaudalados colaboradores políticos de esa colectividad. Antes de que los suizos fuesen puestos de rodillas, el WJC, trabajando con lo más granado de las instituciones del Holocausto (incluyendo al Museo Memorial del Holocausto y el Centro Simon Wiesenthal) ya había movilizado a la totalidad del establishmentpolítico norteamericano. Desde el presidente Clinton que brindó su apoyo enterrando el hacha de guerra con D’Amato (las audiencias por el caso Whitewater todavía proseguían), pasando por 11 agencias del gobierno federal, la Casa Blanca y el Senado, hasta gobiernos locales y de estados a lo largo del país, las presiones de ambos partidos políticos se hicieron sentir a medida en que un funcionario público después del otro se alineaba para denunciar a los pérfidos suizos.

Utilizando los comités bancarios del Congreso y del senado como trampolín, la industria del Holocausto orquestó una desvergonzada campaña de criminalización. Con una prensa infinitamente adicta y crédula, dispuesta a otorgarle titulares gigantes a cualquier historia relacionada con el Holocausto por más absurda que fuese, la campaña detractora se volvió imparable. Greg Rickman, el principal asesor jurídico de D’Amato, se vanagloria en su versión de los hechos de que los banqueros suizos se vieron forzados a entrar “en la corte de la opinión pública en dónde nosotros controlábamos la agenda. Los banqueros estaban en nuestro campo y, muy convenientemente, nosotros éramos los jueces, el jurado y el verdugo.” Tom Bower, uno de los principales investigadores de la campaña anti-suiza, describió el pedido de audiencias judiciales por parte de D’Amato como “un eufemismo por no decir juicio por el público o por un tribunal canguro”[153]  [154]

El “vocero” del dogma de fe anti-suizo fue Elan Steinberg, director ejecutivo del WJC. Su mayor función consistió en diseminar desinformación.  “Terror por humillación” fue, de acuerdo con Bower, “el arma utilizada por Steinberg en su ristra de acusaciones tendientes a causar incomodidad y escándalo. Los informes del OSS, frecuentemente basados en rumores y fuentes no corroboradas, que habían sido durante años descartados por los historiadores por constituir información de oídas, de pronto recibieron una credibilidad acrítica y amplia publicidad.” “Lo último que los bancos necesitan es publicidad negativa”, explicó el rabino Singer “La seguiremos produciendo hasta que los bancos digan »Basta. Queremos un compromiso« ”. Ansioso de compartir la cartelera, el rabino Marvin Hier, decano del Centro Simon Wiesenthal, alegó en forma espectacular que los suizos habían encarcelado a refugiados judíos en “campos de trabajo esclavo”. (Junto con su esposa y su hijo, Hier maneja al Centro Simon Wiesenthal como un negocio familiar. En conjunto, los Hier cobraron salarios por U$S 520.000 durante 1995. El centro es famoso por sus exhibiciones del museo “Dachau-y-Disneylandia” además de la “exitosa utilización de tácticas atemorizadoras sensacionalistas para recolectar fondos”). Itamar Levin concluye: “En vista del fuego graneado de los medios que entremezclaban verdades y suposiciones, hechos y ficción, es fácil comprender por qué muchos suizos creen que su país fue víctima de una clase de conspiración internacional.”[155]

La campaña rápidamente degeneró en una calumnia del pueblo suizo. Bower, en un estudio apoyado por la oficina de D’Amato y del Centro Simon Wiesenthal, manifiesta típicamente que “un país cuyos ciudadanos . . . se vanagloriaban ante sus vecinos de su envidiable riqueza, estaba bastante concientemente lucrando con dinero sangriento”; que “los aparentemente respetables ciudadanos del país más pacífico del mundo . . . cometieron un robo sin precedentes”; que “la deshonestidad fue el código cultural que los suizos practicaron para proteger la imagen y la prosperidad de la nación”; que los suizos se sienten “instintivamente atraídos por el lucro sustancial” (¿sólo los suizos?); que “el interés egoísta fue la guía suprema de todos los bancos de Suiza” (¿sólo los bancos de Suiza?); que “el pequeño núcleo de banqueros suizos se había vuelto más codicioso y más inmoral que la mayoría”; que “los diplomáticos suizos cultivan la ocultación y el engaño como un arte” (¿sólo los diplomáticos suizos?); que “las disculpas y las cesiones no eran algo común en la tradición política suiza” (¿acaso la nuestra es diferente?); que “la codicia suiza es única”; que el “carácter suizo” combinaba “simplicidad y duplicidad”  y que “detrás de la apariencia de civilidad había un estrato de obstinación y más allá de eso había una incomprensión egoísta de la opinión de cualquier otro”; que los suizos no eran “tan sólo un pueblo peculiarmente poco agradable que no ha producido artistas, ni héroes desde Guillermo Tell, ni estadistas, y que ha sido un colaborador deshonesto de los nazis que ha lucrado con el genocidio.”, y así sucesivamente. Rickman señala una “verdad más profunda” en relación con los suizos: “En lo profundo, quizás a mayor profundidad de lo que creyeron, en su misma constitución existió una arrogancia latente acerca de si mismos y de otros. A pesar de que lo intentaran de muchas formas, no podían ocultar su crianza.”[156] Muchas de estas calumnias resultan notoriamente similares a las que los antisemitas lanzan contra los judíos.

La acusación principal consistió en decir que existió, para utilizar las palabras del subtítulo de Bower, “durante cincuenta años una conspiración para robar billones de los judíos de Europa y de los sobrevivientes del Holocausto”. Según lo que después se convertiría en un mantra del negociado de la industria del Holocausto, esto constituía “el mayor robo de la historia de la humanidad”. Para la industria del Holocausto, todas las cuestiones judías pertenecen a una categoría aparte y superlativa – el peor, el más grande . . .

Al principio, la industria del Holocausto alegó que los bancos suizos habían sistemáticamente denegado a los legítimos herederos de las víctimas del Holocausto el acceso a cuentas inactivas valuadas entre U$S 7.000 millones y U$S 20.000 millones. “Durante los últimos 50 años”, informó Time en un artículo de tapa, la “norma permanente” de los bancos suizos “ha sido la paralización y el bloqueo cuando los sobrevivientes del Holocausto preguntaban por las cuentas de sus parientes muertos.” Recordando la legislación estableciendo el secreto bancario promovida por los bancos suizos en 1934, en parte para evitar que los nazis se hicieran de los valores de depositantes judíos, D’Amato ilustró al Comité Bancario del Congreso diciendo: “¿No es irónico que el mismo sistema que alentó a las personas a ir y abrir las cuentas utilizara luego el secreto para negarle a esas mismas personas y a sus parientes, su herencia, su derecho? Fue algo perverso, distorsionado, retorcido.”

Casi sin aliento, Bower relata el descubrimiento de una prueba clave de perfidia suiza contra víctimas del Holocausto: “La suerte y la persistencia produjeron una perla que demostró la validez de la demanda de Bronfman. Un informe de inteligencia de Suiza, de Julio 1945, afirmaba que Jacques Salmanowitz, el propietario de la Societé Generale de Surveillance, una empresa notarial y de trust en Ginebra con vínculos a los países en los Balcanes, poseía una lista de 182 clientes judíos que le habían entregado 8.4 millones de francos suizos y cerca de 90.000 dólares al notario para su custodia hasta que estos clientes arribasen procedentes de los Balcanes. El informe mencionaba que los judíos aún no habían reclamado sus depósitos. Rickman y D’Amato estaban como estupefactos.” En su propio relato, Rickman condena en forma similar esta “prueba de criminalidad suiza”. Ninguno de ellos, sin embargo, menciona en este contexto específico que Salmanowitz era judío. (La verdadera validez de estos reclamos se discutirá más adelante)[157]

A fines de 1996 un desfile de ancianas judías y un hombre dieron testimonio viviente ante los comités bancarios del Congreso del mal desempeño de los banqueros judíos. Sin embargo, casi ninguno de estos testigos, de acuerdo con Itamar Levin, editor de un conocido diario económico israelí, “tenía verdaderamente pruebas de la existencia de depósitos en bancos suizos”. Para aumentar el efecto teatral de este testimonio, D’Amato llamó a testificar a Elie Wiesel. En un testimonio que más tarde se citó profusamente, Wiesel expresó su consternación – ¡ consternación! – ante la revelación que los perpetradores del Holocausto intentaron saquear a sus víctimas antes de matarlas: “Al principio pensábamos que la solución final estuvo motivada tan sólo por ideología envenenada. Ahora sabemos que no quisieron simplemente matar a los judíos, por más horrible que esto pueda sonar, sino que querían el dinero judío. Cada día conocemos algo más acerca de esa tragedia. ¿No hay un límite para el dolor? ¿No hay un límite para el escarnio?” Por supuesto, el saqueo de los judíos difícilmente podía ser considerado noticia. Una gran parte del estudio señero de Raul Hilberg The Destruction of the European Jews, publicado en 1961 está dedicada a la confiscación de los bienes judíos por los nazis.[158]

También se alegó que los banqueros suizos hurtaron los depósitos de las víctimas del Holocausto y destruyeron metódicamente registros vitales para cubrir sus huellas y que fueron solamente judíos quienes sufrieron todas estas abominaciones. Hostigando a los suizos en una de las audiencias, la senadora Barbara Boxer declaró: “Este Comité no avalará el doble comportamiento por parte de los bancos suizos. No le digan al mundo que están buscando cuando están destruyendo documentos”. [159]

Pero, ¡oh desgracia!, el “valor propagandístico” (Bower) de los ancianos demandantes declarando contra la perfidia suiza se agotó pronto . Consecuentemente, la industria del Holocausto se buscó una nueva denuncia. El frenesí mediático se centró en la adquisición por parte de los suizos del oro que los nazis habían saqueado de los tesoros centrales de Europa durante la guerra. A pesar de que se lo presentó como una apabullante revelación, de hecho, el espécimen era noticia antigua. El autor de un estudio estándar sobre la cuestión, Arthur Smith, le manifestó a la audiencia del Congreso: “Durante toda esta mañana y por la tarde he estado escuchando cosas que, en gran medida, han sido conocidas por una buena cantidad de años; y estoy sorprendido por el hecho de que mucho de ello sea presentado como algo nuevo y sensacional.” El objetivo de la audiencia, sin embargo, no era el de informar sino, para ponerlo en las palabras de la periodista Isabel Vincent, “crear historias sensacionales”. Si se lanzaba suficiente cantidad de barro, se suponía razonablemente que Suiza terminaría por rendirse.[160]

La única realmente nueva acusación fue la de que Suiza, a sabiendas, había traficado con “oro de las víctimas”. Esto es, que los suizos habían comprado grandes cantidades de oro que los nazis habían fundido en barras después de haber despojado a víctimas de los campos de concentración y de los campos de la muerte. El WJC, según informa Bower, “necesitaba un hecho emotivo que relacionara al Holocausto con Suiza”. Por consiguiente, esta nueva revelación sobre la insidia suiza se consideró como un regalo del cielo. “Pocas imágenes”, continúa Bower “resultaban más incendiarias que la metódica extracción de las emplomaduras de oro de los dientes sacados de las bocas de cadáveres judíos arrastrados desde las cámaras de gas.” “Los hechos son muy, muy lamentables”, entonó lúgubremente D’Amato ante una audiencia en el Congreso, “porque nos hablan de la toma y del saqueo de bienes de los hogares, de los bancos nacionales, de los campos de la muerte, relojes de oro y pulseras y marcos de anteojos y las emplomaduras de los dientes de las personas.”[161]

Aparte de bloquear el acceso a las cuentas del Holocausto y de comprar oro saqueado, los suizos también fueron acusados de conspirar con Polonia y con Hungría para defraudar judíos. La acusación era que valores no reclamados en cuentas suizas pertenecientes a ciudadanos polacos y húngaros (de los cuales muchos pero no todos eran judíos) estaban siendo utilizados por Suiza como compensación por propiedades suizas confiscadas por Polonia y Hungría. Rickman se refiere a esto como una “sorprendente revelación, algo que le quitará el suelo bajo los pies a los suizos y creará una tempestad”. Pero los hechos ya eran ampliamente conocidos y habían sido publicados a principios de los 1950 en publicaciones jurídicas norteamericanas. Además, a pesar de todo el aullido de los medios, el total de las sumas involucradas ascendía a menos de un millón de dólares en valores actuales.[162]

Ya antes de la primer audiencia en el Senado sobre las cuentas inactivas, en Abril de 1996, los bancos suizos habían acordado establecer un comité de investigación y respetar sus conclusiones. Compuesto de seis miembros, tres de la World Jewish Restitution Organization (Organización Judía de Restituciones), tres de la Asociación Bancaria Suiza y presidida por Paul Volcker, ex-presidente del Banco de la Reserva Federal de los EE.UU., este “comité independiente de notables” fue formalmente constituido a través de un “Memorandum de Acuerdo” de Mayo de 1966.  Además de ello, para investigar el comercio de oro entre Suiza y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno suizo designó a una “comisión independiente de expertos” presidida por el profesor Jean-Francois Bergier, que incluyó al eminente catedrático israelí Saul Friendländer, experto en Holocausto.

Sin embargo, aún antes de que estos cuerpos pudiesen comenzar a trabajar en absoluto, la industria del Holocausto presionó para lograr un acuerdo financiero con Suiza. Los suizos protestaron señalando que cualquier acuerdo debía esperar naturalmente los resultados de las comisiones ya que, de otro modo, la demanda constituía “extorsión y chantaje”. Jugando su carta eternamente ganadora, el WJC se angustió por el drama “de los pobres sobrevivientes del Holocausto”. “Mi problema es el tiempo”, le dijo Bronfman al Comité Bancario del Congreso en Diciembre de 1966, “y tengo a todos estos sobrevivientes del Holocausto que me preocupan.” Uno se pregunta por qué el angustiado multimillonario no podía, él mismo, aliviar temporalmente el drama de los sobrevivientes. Al rechazar una oferta suiza de 250 millones de dólares, Bronfman había retrucado “No hagan favores. Ese dinero lo pongo yo mismo”. No lo puso. Sin embargo, en Febrero de 1997 Suiza acordó establecer un “Fondo Especial para las Víctimas Necesitadas del Holocausto” por U$S 200 millones a fin de auxiliar a “personas que necesitan ayuda o apoyo en forma especial” hasta que las comisiones completen su trabajo. (El fondo todavía era solvente cuando las comisiones de Bergier y de Volcker entregaron sus informes). Con todo, las presiones de la industria del Holocausto en pro de un acuerdo final no disminuyeron; por el contrario: aumentaron en forma continua. Renovados pedidos de los suizos para que el acuerdo esperase el dictamen de las comisiones – después de todo había sido el WJC el que originalmente había exigido este reconocimiento moral – siguieron cayendo en oídos sordos. De hecho, la industria del Holocausto tenía todas las de perder en cuanto al dictamen. Si tan sólo unos pocos casos resultaban ser legítimos, el caso contra los bancos suizos perdería credibilidad; y si los demandantes legítimos resultaban identificados, aunque constituyesen una cantidad considerable, los suizos quedarían obligados a compensarlos solamente a ellos y no a las organizaciones judías. Otra muletilla de la industria del Holocausto es que en materia de compensaciones “se trata de la verdad y la justicia, no del dinero”. “No se trata de dinero.”, retrucaban ahora los suizos, “Se trata de más dinero”.[163]

Más allá de fogonear la histeria pública, la industria del Holocausto coordinó una estrategia dual para “aterrorizar” (Bower) a los suizos y obligarlos a someterse: demandas de clase[164] y boicot económico. El primer juicio lo iniciaron Edward Pagan y Robert Swift a principios de Octubre de 1996 por cuenta y orden de Gizella Weisshaus (su padre había hablado de valores depositados en Suiza antes de su muerte en Auschwitz pero los bancos rechazaron las solicitudes hechas por ella después de la guerra) y “otros en similar situación” por 20.000 millones. Escasas semanas más tarde, el Centro Simon Wiesenthal, contratando a los abogados Michael Hausfeld y Melvyn Weiss, iniciaron un segundo juicio, y en Enero de 1997 el Consejo Mundial de Comunidades Ortodoxas Judías inició un tercer juicio adicional. Las tres demandas fueron presentadas ante el juez Edward Korman de la corte de distrito de Brooklyn, quien las consolidó. Al menos una de las partes interesadas, el abogado Sergio Karas domiciliado en Toronto, deploró esta táctica: “Las demandas de clase no han hecho más que provocar histerias masivas y difamación anti-suiza. Están sólo perpetuando el mito de que los abogados judíos únicamente quieren dinero.” Paul Volcker se opuso a las demandas de clase sobre la base que “perjudicarán nuestro trabajo hasta el punto de volverlo inefectivo” – lo cual no era sino una preocupación irrelevante para la industria del Holocausto, y quizás hasta un incentivo adicional.[165]

Sin embargo, el arma principal para quebrar la resistencia suiza fue el boicot económico. “Ahora la batalla se volverá mucho más sucia”, advirtió en Enero de 1997 Avraham Burg, presidente de la Agencia Judía y principal representante de Israel en el caso de los bancos suizos. “Hasta ahora hemos refrenado la presión judía internacional”. Ya en Enero de 1996 el WJC había empezado a diseñar el boicot. Bronfman y Singer tomaron contacto con Alan Hevesi, un auditor-controlador estatal de Nueva York (cuyo padre había sido un destacado funcionario del AJC) y a Carl McCall, también auditor-controlador estatal de Nueva York. Entre ambos, los dos controladores invierten miles de millones de dólares en fondos de pensión. Hevesi también presidía la Asociación Norteamericana de Controladores que invertía 30 trillones de dólares en fondos de pensión. A fines de Enero, Singer, durante el casamiento de su hija, estaba discutiendo estrategias con el gobernador George Pataki de Nueva York, con D’Amato y con Bronfman. “Miren qué clase de hombre soy”, murmuró el rabino, “haciendo negocios en el casamiento de mi hija”.[166]

En Febrero de 1996 Hevesi y McCall escribieron a los bancos suizos amenazando con sanciones. En Octubre, el gobernador Pataki comprometió públicamente su apoyo. Durante los siguientes meses, gobiernos estaduales y locales de Nueva York Nueva Jersey, Thode Island e Illinois aprobaron resoluciones amenazando con un boicot económico a menos que los bancos suizos accediesen a los reclamos. En Mayo de 1997 la ciudad de Los Angeles impuso las primeras sanciones retirando centenares de millones de dólares de fondos de pensión de un banco suizo. Hevesi se acopló rápidamente con sanciones desde Nueva York. California, Massachusetts e Illinois siguieron en cuestión de días.

“Quiero 3.000 millones o más”, proclamó Bronfman en Diciembre de 1997, “a fin de terminar con todo, las demandas de clase, el proceso de Volcker y lo demás”. Entretanto, D’Amato y funcionarios del Banco Estatal de Nueva York buscaban la forma de impedir que el recientemente constituido Banco Unido de Suiza operara en los EE.UU. “Si los suizos siguen clavando los tacos, pues entonces le tendré que pedir a todos los accionistas norteamericanos que suspendan sus tratativas con los suizos,” advirtió Bronfman en Marzo de 1998. “Está llegando al punto en que tiene que resolverse o tendrá que ser la guerra total”. En Abril los suizos comenzaron a doblarse bajo la presión pero aún se resistían a una rendición vergonzosa. (A lo largo de 1997 se dice que los suizos gastaron U$S 500 millones para defenderse de los ataques de la industria del Holocausto). “Hay un cáncer virulento en la sociedad suiza”, se lamentó Melvyn Weiss, uno de los abogados de las demandas de clase. “Les dimos la oportunidad de librarse de él con una masiva dosis de radiación a un costo muy pequeño y lo rechazaron”. En Junio, los bancos suizos ofrecieron una “oferta final” de U$S 600 millones. Abraham Fox, directivo de la ADL, escandalizado por la arrogancia suiza, apenas si pudo contener la ira: “Este ultimátum es un insulto a la memoria de las víctimas, sus sobrevivientes y a aquellos de la comunidad judía que de buena fe extendieron su mano a los suizos para trabajar juntos en la resolución de esta muy difícil materia”[167]

En Julio de 1998, Hevesi y McCall amenazaron con nuevas y más duras sanciones.

Nueva Jersey, Pennsylvania, Connecticut, Florida, Michigan y California se acoplaron en cuestión de días. Para mediados de Agosto los suizos, finalmente, se doblegaron. En una demanda de clase, mediada por el juez Korman, los suizos acordaron pagar U$S 1,25 billones. “El objetivo del pago adicional”, decía un comunicado de prensa suizo, “es el de evitar la amenaza de sanciones así como largos y costosos procedimientos judiciales.”[168]

El Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu felicitó a D’Amato: “Ha sido usted un verdadero pionero en esta saga. El resultado no es tan sólo un logro en términos materiales sino una victoria moral y un triunfo del espíritu”[169]  Lástima que no dijo “de la voluntad”. [170]

El acuerdo de U$S 1.25 billones con Suiza cubría básicamente tres clases – a los que reclamaban por cuentas suizas inactivas, refugiados a los que Suiza les había negado asilo y víctimas de trabajo esclavo del cual los suizos se habían beneficiado.[171] A pesar de toda la justiciera indignación por los “pérfidos suizos”, el desempeño comparable de los norteamericanos en estas cuestiones es al menos tan malo, si no es peor. Me referiré más adelante a la cuestión de las cuentas inactivas. Al igual que Suiza, los EE.UU. le negaron la entrada a refugiados judíos que huían del nazismo antes y durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de ello, el gobierno norteamericano no ha considerado adecuado compensar, digamos, a los refugiados judíos que estuvieron a bordo del trágico barco St. Louis. Imagínese la reacción si miles de refugiados centroamericanos y haitianos, a los que se les negó asilo después de que huyeran de escuadrones de la muerte patrocinados pos los EE.UU., solicitasen ser indemnizados aquí. Y, a pesar de que es infinitamente más chica en tamaño y en recursos, Suiza admitió justo la misma cantidad de refugiados judíos que los EE.UU (aproximadamente 20.000) durante el holocausto nazi.[172]

La única forma de expiar culpas pasadas es por medio de compensaciones materiales, pontificaron los políticos norteamericanos ante los suizos. Stuart Eizenstat, Subsecretario de Comercio y enviado especial de Clinton para la Restitución de Propiedades, consideró la compensación suiza a la judería como “una importante prueba de la voluntad esta generación para enfrentar el pasado y rectificar los males del pasado.” Si bien no podían ser “responsables por lo que ocurrió hace años”, reconoció D’Amato durante la misma audiencia ante el Senado, los suizos tenían no obstante “un deber de responsabilidad para hacer lo que es correcto en este momento”. Apoyando públicamente las demandas del WJC, el presidente Clinton reflexionó en forma similar: “debemos enfrentar la terrible injusticia del pasado y corregirla lo mejor que podamos”. “La historia no tiene un estatuto de limitaciones”, dijo James Leach durante las audiencias del Comité Bancario del Congreso, y “el pasado nunca debe ser olvidado”. “Debe quedar en claro”, escribieron los líderes de ambos partidos en una carta al Secretario de Estado, que “la respuesta a esta cuestión de restituciones será vista como una prueba del respeto de los derechos humanos básicos y el gobierno de la ley”. Y en una alocución al Parlamento suizo, la Secretaria de Estado Madelene Albright explicó que los beneficios económicos obtenidos por los suizos de las cuentas judías retenidas “estaban siendo pasadas a las generaciones subsiguientes y por eso es que el mundo está ahora mirando hacia el pueblo suizo, no para que asuma la responsabilidad por las acciones de sus antepasados, sino para que sea generoso en hacer lo que es posible hacer para rectificar iniquidades pasadas.”[173] Muy nobles sentimientos, pero que no se escuchan en ninguna parte – excepto para ridiculizarlos – cuando se trata de compensar a los afroamericanos por su esclavitud.[174]

No queda claro cómo quedarán los “sobrevivientes necesitados del Holocausto” después del acuerdo final. Gizella Weisshaus, la primer demandante que inició juicio por una cuenta suiza inactiva, ha despedido a su abogado, Edward Fagan, acusándolo amargamente de haberla usado. Aún así, las cuenta que Fagan le presentó a la corte totalizó U$S 4 millones en concepto de honorarios. El total de honorarios exigido por los abogados llega a U$S 15 millones, con “muchos” facturando a una tasa de U$S 600 la hora. Un abogado está exigiendo U$S 2.400 por leer el libro Nazi Gold (Oro Nazi) de Tom Bower. Según el Jewish Week, los grupos judíos y los sobrevivientes “se están sacando los guantes en la medida en que compiten por una tajada de los U$S 1.25 billones que los bancos suizos acordaron como indemnización por la era del Holocausto”. Los demandantes y los sobrevivientes sostienen que todo el dinero debe ir directamente a ellos. Las organizaciones judías, sin embargo, están demandando un pedazo de la indemnización. Denunciando la exageración de las organizaciones judías, Greta Beer, un testigo congresal clave en contra de los bancos suizos, le rogó al tribunal del juez Korman: “No quiero ser pisoteada y aplastada como un pequeño insecto”. A pesar de presentar su solicitud en nombre de los “sobrevivientes necesitados del Holocausto” el WJC quiere que casi la mitad de los valores suizos sea reservada para organizaciones judías y “educación en el Holocausto”. El Centro Simon Wiesenthal sostiene que, si organizaciones judías “meritorias” reciben valores, “una porción debe ir a centros educacionales judíos”. A medida en que tratan de “pescar” una mayor participación en el botín, las organizaciones judías ortodoxas y reformistas alegan, cada una por su parte, que los 6 millones de muertos hubieran preferido a su sector del judaísmo como beneficiario financiero. Aparte de ello, la industria del Holocausto forzó a Suiza a un acuerdo porque, supuestamente, el tiempo constituía un factor esencial: “sobrevivientes necesitados del Holocausto están muriendo todos los días”. Pero una vez que los suizos firmaron el pago del dinero, la urgencia, milagrosamente, dejó de existir. Más de un año después de lograrse el acuerdo aún no había un plan de distribución. Para el día en que, finalmente, el dinero sea distribuido, los “sobrevivientes necesitados del Holocausto” estarán probablemente todos muertos. De hecho, a Diciembre de 1999, sólo menos de la mitad de los U$S 200 millones del “Fondo Especial para las Víctimas Necesitadas del Holocausto”, establecido en Febrero de 1997, había sido distribuido a víctimas reales. Después de que los honorarios de los abogados hayan sido abonados, los valores suizos fluirán a las arcas de las organizaciones judías “meritorias”.[175]

Burt Neuborne, un profesor universitario de Derecho de la Universidad de Nueva York y miembro del equipo de las demandas de clase, escribió en el New York Times: “No hay acuerdo que pueda ser defendido si permite que el Holocausto aparezca como una empresa lucrativa para los bancos suizos”. Edgar Bronfman testimonió emocionadamente ante el Comité Bancario del Congreso que no se debía permitir que los suizos “lucren con las cenizas del Holocausto”. Por otra parte, recientemente Bronfman reconoció que la caja del WJC amasó no menos de “aproximadamente U$S 7.000 millones” procedentes de dineros de indemnizaciones.[176]

Desde entonces, se han publicado los informes definitivos sobre los bancos suizos. Ahora podemos juzgar si hubo en realidad, tal como alega Bower, “una conspiración de cincuenta años para robar billones de los judíos de Europa y de los sobrevivientes del Holocausto”.

En Julio de 1988 la Comisión Independiente de Expertos (Bergier) emitió su informe Switzerland and Gold Transactions in the Second World War  (Suiza y las Transacciones en Oro durante la Segunda Guerra Mundial)[177] La Comisión confirmó que los bancos suizos compraron oro de la Alemania nazi por valor de aproximadamente U$S 4.000 millones a valores actuales, a sabiendas que provenía del saqueo de los bancos centrales de la Europa ocupada. A lo largo de las audiencias de Capitol Hill, los miembros del Congreso expresaron su consternación de que los bancos suizos traficaran con bienes saqueados y, peor aún, siguiesen incurriendo en estas egregias prácticas. Deplorando el hecho que políticos corruptos depositan sus ganancias mal habidas en bancos suizos, un congresal instó a Suiza a legislar por fin en contra de “estos secretos movimientos de dinero por . . . personas con notoriedad política o dirigentes que saquean a sus tesoros.” Lamentando el “número de altos funcionarios gubernamentales internacionales corruptos de alto perfil y hombres de negocios que han encontrado un santuario para sus considerables fortunas en los bancos suizos”, otro congresal especuló en voz alta “si no será que el sistema bancario suizo está acomodando a los rufianes de esta generación y los países a los que representan en . . . la misma forma en que ofreció un santuario al régimen nazi hace 55 años”.[178] Verdaderamente el problema merece atención. Se estima que anualmente entre U$S 100 a U$S 200 billones provenientes de la corrupción política se transfieren a través de las fronteras de todo el mundo y se depositan en bancos privados. Las reprimendas del Comité Bancario del Congreso, sin embargo, hubieran tenido mayor peso si la mitad completa de este “capital fugitivo ilegal” no estuviese depositado en bancos norteamericanos con anuencia completa de las leyes norteamericanas.[179] Recientes beneficiaros de este “santuario” legal norteamericano incluyen a Raul Salinas de Gortari, el hermano del ex-presidente mejicano, y la familia del ex-dictador nigeriano General Sani Abacha.  Jean Ziegler, un parlamentario suizo acerbamente crítico de los bancos suizos observa que “el oro saqueado por Adolfo Hitler y sus esbirros no se diferencia esencialmente del dinero sangriento” que ahora está depositado en las cuentas bancarias de los dictadores del Tercer Mundo. “Millones de hombres, mujeres y niños fueron llevados a la muerte por los ladrones con licencia de Hitler” y “cientos de miles de niños mueren anualmente de malnutrición” en el Tercer Mundo porque hay “tiranos que han saqueado a sus países con la ayuda de los tiburones financieros suizos”.[180] Y con la ayuda de tiburones financieros norteamericanos también. Y dejo de lado el hecho todavía más importante que muchos de estos tiranos fueron instalados y mantenidos por el poder norteamericano y autorizados por los EE.UU. a despojar sus respectivos países.

Sobre la cuestión específica del holocausto nazi, la Comisión Independiente llegó a la conclusión que los bancos suizos compraron “barras conteniendo oro quitado por criminales nazis a las víctimas de campos de trabajo y de exterminio”. No obstante, no lo hicieron a sabiendas: “no hay indicación de que quienes tomaban las decisiones en el banco central suizo sabían que las barras conteniendo ese oro estaban siendo enviadas a Suiza por el Reichsbank”. La Comisión calculó el valor del “oro de las víctimas”, comprado por Suiza sin conocer su origen, en U$S 134.428 o sea aproximadamente U$S 1 millón a valores actuales. Esta cifra incluye “oro de víctimas” despojado de prisioneros judíos así como de prisioneros no-judíos.[181]

En Diciembre de 1999, el Comité Independiente de Notables (Volcker) emitió su Report on Dormant Accounts of Victims of Nazi Persecution in Swiss Banks (Informe Sobre Cuentas Inactivas de Víctimas de la Persecución Nazi en Bancos Suizos)[182] El informe documenta los hallazgos de una auditoría exhaustiva que duró tres años y costó no menos de U$S 500 millones.[183] Su conclusión central acerca del “tratamiento de cuentas inactivas pertenecientes a víctimas de la persecución nazi” merece ser ampliamente citada.

“(En) cuanto a las víctimas de la persecución nazi, no hay pruebas de una discriminación sistemática, obstrucción de acceso, apropiación indebida o violación de requerimientos de retención de documentos según las leyes suizas. Sin embargo, el Informe también critica las acciones de algunos bancos por el tratamiento dado a las cuentas de las víctimas de la persecución nazi.” La palabra “algunos” en la frase precedente tiene que ser subrayada por cuanto las acciones objetadas se refieren principalmente a los bancos y a su manejo de las cuentas individuales de víctimas de la persecución nazi en el contexto de una investigación de 254 bancos cubriendo un período de cerca de 60 años. En cuanto a las acciones objetables, el Informe también reconoce que existieron circunstancias atenuantes para la conducta de los bancos involucrados en estas actividades. Más allá de ello, el Informe también reconoce que existen amplias pruebas de muchos casos en que los bancos activamente trataron de ubicar a titulares desaparecidos de cuentas, o a sus herederos, incluyendo a víctimas del Holocausto, y pagaron saldos sobre cuentas inactivas a las partes correspondientes.

El párrafo concluye tímidamente diciendo que “el Comité opina que las acciones objetadas tienen suficiente importancia como para que sea deseable documentar en esta sección las cosas que salieron mal a fin de que sea posible aprender del pasado en lugar de repetir sus errores.”[184]

El Informe también estableció que, si bien el Comité no pudo rastrear todos los registros bancarios pertenecientes al “Período Relevante” (1933-45), una destrucción no detectada de los registros “hubiera sido difícil, si no imposible”, y que “de hecho, no se encontraron pruebas de la destrucción sistemática de registros de cuentas con fines de ocultar comportamientos anteriores”. Concluye diciendo que el porcentaje de los registros recuperados (60 por ciento) fue “realmente extraordinario” y “realmente destacable”, especialmente dado que la ley suiza no requiere el mantenimiento de registros de más de 10 años de antigüedad.[185]

Después de esto, compárese la versión que el New York Times publicó sobre los resultados de la Comisión Volcker. Bajo un titular editorial de “Las Estafas de los Bancos Suizos”[186]el Times informa que el Comité no encontró “pruebas concluyentes” de que los bancos suizos habían administrado mal cuentas judías inactivas, aún cuando el Informe categóricamente había afirmado que “no hay pruebas” de ello. El Times continúa afirmando que el Comité “encontró que los bancos suizos de alguna manera se las han arreglado para perder la pista de un número asombrosamente grande de estas cuentas”. El Informe había consignado que los suizos habían preservado un número “realmente extraordinario” y “realmente destacable” de dichas cuentas. Por último,  el Times informó que, de acuerdo con el Comité, “muchos bancos rechazaron cruel y falazmente a familiares que trataron de recobrar esos bienes”. De hecho, el Informe enfatiza que tan sólo “algunos” bancos se comportaron mal y que existieron “circunstancias atenuantes” en estos casos; señalando, además, “muchos casos” en los que los bancos activamente trataron de hallar a los legítimos dueños.

El Informe sí halla en falta a los bancos suizos por no haber sido “abiertos y sinceros” en auditorías anteriores de las cuentas inactivas de la época del Holocausto. A pesar de ello, sin embargo, el Informe parece adjudicar esta falta más a factores técnicos que a una actitud delictiva.[187] El Informe identifica a 54.000 cuentas con una “probable o posible relación con víctimas de la persecución nazi”. Pero juzga que sólo en la mitad de estos casos  –  25.000  –  la probabilidad fue lo suficientemente significativa como para justificar la publicación del nombre de la cuenta. El valor actual estimado de 10.000 de estas cuentas, en relación con las cuales se disponía de alguna información, asciende a U$S 170 – U$S 260 millones. Resultó imposible estimar el valor de las cuentas restantes.[188] El valor actual total de las cuentas inactivas de la era del Holocausto posiblemente llegue a mucho más que los U$S 32 millones originalmente estimados por los bancos suizos, pero quedará tremendamente por debajo de los U$S 7 a 20 billones reclamados por el WJC. En un testimonio posterior ante el Congreso, Volcker observó que el número de cuentas suizas “probable o posiblemente” relacionadas con víctimas del Holocausto era “varias veces mayor que la cantidad emergente de anteriores investigaciones suizas”. Si embargo, continuó: “Enfatizo las palabras »probable o posiblemente« porque, excepto en relativamente pocos casos, después de más de medio siglo, no pudimos identificar con certeza una relación irrefutable entre las víctimas y los titulares de las cuentas.”[189]

El hallazgo más explosivo de la Comisión Volcker no fue publicado por los medios norteamericanos. El Comité observó que, aparte de Suiza, los EE.UU. también fueron un principal refugio seguro para bienes judíos europeos transferibles:

“La previsión de la guerra y las crisis económicas, así como la persecución de los judíos y otras minorías por parte de los nazis, antes y durante la Segunda Guerra Mundial, hizo que muchas personas, incluyendo a las víctimas de esta persecución, transfiriesen sus activos hacia países considerados como refugios seguros (incluyendo de modo importante a los Estados Unidos y al reino Unido) . . . En vista de la frontera neutral que Suiza tenía con el Eje y los países ocupados por el Eje, los bancos suizos y los intermediarios financieros suizos también recibieron una porción de los activos que buscaban seguridad.”

Un importante Apéndice lista los “destinos favoritos” de los activos judíos transferibles de Europa. Los destinos principales que están nombrados son los Estados Unidos y Suiza. (Gran Bretaña figuró en un “lejano tercer lugar”)[190]

La pregunta obvia es, pues: ¿Qué pasó con las cuentas inactivas de la era del Holocausto depositadas en bancos norteamericanos? El Comité Bancario del Congreso llamó a un testigo experto a declarar sobre esta cuestión. Seymour Rubin, actualmente profesor en la American University, actuó como vice-jefe de la delegación norteamericana durante las negociaciones con Suiza después de la Segunda Guerra Mundial. Bajo los auspicios de organizaciones judías norteamericanas, Rubin también trabajó durante los 1950 con “un grupo de expertos en la vida judía comunitaria de Europa” para identificar cuentas inactivas de la era del Holocausto en los bancos norteamericanos. En su declaración ante el Congreso, Rubin afirmó que, después de una muy superficial y rudimentaria auditoría de tan sólo los bancos de Nueva York, el valor de las cuentas fue estimado en U$S 6 millones. Las organizaciones solicitaron esta suma del Congreso para “sobrevivientes necesitados” (en los EE.UU. las cuentas inactivas abandonadas se transfieren al Estado bajo la doctrina que establece que ninguna propiedad puede quedar por siempre en un limbo sin propietario). Rubin luego recordó:

“(La) estimación inicial de U$S 6 millones fue rechazada por los potenciales patrocinadores de las leyes requeridas en el Congreso y se estableció un límite de U$S 3 millones para el proyecto legislativo original . . . Después, la cifra de 3 millones fue reducida a U$S 1 millón durante las audiencias ante las Comisiones. La legislación redujo nuevamente el monto a U$S 500.000. Incluso ese monto fue objetado por la Oficina del Presupuesto, la que propuso un límite de U$S 250.000. No obstante, la legislación fue aprobada con U$S 500.000.”

“Los Estados Unidos”, concluyó Rubin, “tomaron tan sólo medidas muy limitadas para identificar los activos sin dueño en los EE.UU. y pusieron a disposición . . .  tan sólo U$S 500.000 en contraste con los U$S 32.000.000 reconocidos por los bancos suizos aún antes de la investigación Volcker.”[191]

En otras palabras: el historial de los EE.UU. es mucho peor que el historial de Suiza. Corresponde subrayar que, aparte de la mención al pasar de Eizenstat, no se hizo ninguna otra mención a las cuentas inactivas norteamericanas durante las audiencias ante los comités bancarios del Congreso y del Senado dedicadas a los bancos suizos. Más aún, si bien Rubin juega un papel importante en los numerosos informes secundarios del caso de los bancos suizos  –  Bower dedica múltiples páginas a este “cruzado en el Departamento de Estado”  –  ninguno de ellos menciona su declaración en el Congreso. Durante esta declaración Rubin también expresó “cierto grado de escepticismo respecto de las grandes sumas (en cuentas suizas inactivas) de las que se ha estado hablando”. Es superfluo decir que las certeras observaciones de Rubin en esta materia fueron también estudiadamente ignoradas.

¿Dónde quedó el clamor y el escándalo en el Congreso por los “pérfidos” banqueros norteamericanos? Los miembros de los comités del Senado y del Congreso, uno después del otro, clamaron para que los suizos “pagaran todo de una vez”. Ninguno de ellos, sin embargo, exigió que los EE.UU. hicieran lo mismo. Todo lo contrario; un miembro del Comité Bancario del Congreso afirmó desvergonzadamente – con el acuerdo de Bronfman – que “solamente” Suiza “ha fracasado en demostrar que tiene el coraje de enfrentar su propia historia”.[192] Así, no es sorprendente que la industria del Holocausto se abstuviese de lanzar una campaña para investigar a los bancos norteamericanos. La auditoría de nuestros bancos, realizada a la misma escala que la efectuada con los suizos, le costaría a los contribuyentes norteamericanos, no algunos millones, sino billones de dólares.[193] A su término, los judíos norteamericanos estarían buscando asilo en Munich. El coraje tiene sus límites.

Ya hacia fines de los 1940, cuando los EE.UU. estaban presionando a Suiza para que identifique las cuentas judías inactivas, los suizos protestaron diciendo que los norteamericanos deberían dedicarse primero a su propio patio trasero. [194]  A mediados de 1997, el gobernador de Nueva York, Pataki, anunció la creación de una State Commission on the Recovery Of Holocaust Victims’ Assets (Comisión Estatal para el Recupero de los Activos de las Víctimas del Holocausto) para procesar las demandas contra los bancos suizos. Sin dejarse impresionar, los suizos sugirieron que la comisión podría procesar de un modo más provechoso las demandas contra los bancos norteamericanos e israelíes.[195]  Incluso Bower recuerda que los banqueros israelíes “se negaron a dar a conocer las listas de cuentas judías inactivas” después de la guerra de 1948 y hace poco se informó que “a diferencia de los países de Europa, los bancos de Israel y las organizaciones sionistas están resistiendo la presión de establecer comisiones independientes a fin de saber cuantas propiedades y cuantas cuentas inactivas pertenecen a sobrevivientes del Holocausto y cómo pueden ser ubicados los propietarios de las mismas”. (Financial Times). (Los judíos europeos adquirieron lotes de terreno y abrieron cuentas bancarias en Palestina durante el Mandato Británico para apoyar la empresa sionista y preparar el terreno para una futura inmigración). En Octubre de 1998, el WJC y el WJRO “llegaron en principio a un acuerdo de abstenerse de tratar el asunto de los activos de las víctimas del Holocausto en Israel sobre la base de que la responsabilidad por ello residía en el gobierno israelí (Haaretz). La acción judicial de estas organizaciones judías se orienta así contra Suiza pero no contra el Estado judío. La acusación más sensacional hecha contra los bancos suizos fue que esos bancos requerían de los herederos de las víctimas del holocausto nazi la presentación de certificados de defunción. Los bancos israelíes también han demandado una documentación como ésa. Sin embargo, es inútil buscar denuncias sobre los “pérfidos israelíes”. Para demostrar que “no se puede establecer una equivalencia moral entre los bancos de Israel y los de Suiza”, el New York Times citó a un ex-legislador israelí: “Aquí, en el peor de los casos, fue negligencia; en Suiza fue un crimen.” [196] Huelgan los comentarios.

En Mayo de 1998 el Congreso encomendó a una Comisión Presidencial Asesora sobre Activos del Holocausto en los Estados Unidos el “conducir una primer investigación sobre la suerte de los activos tomados de víctimas del Holocausto que terminaron en posesión del gobierno federal de los Estados Unidos” y “asesorar al presidente en materia de políticas que deberían ser adoptadas para restituir las propiedades robadas a los legítimos propietarios o a sus herederos”. “El trabajo de la Comisión demostró de manera irrefutable”, declaró Bronfman, presidente de la misma, “que nosotros en los Estados Unidos estamos dispuestos a sostener el mismo alto nivel de normas de veracidad acerca de los activos del Holocausto que le hemos exigido a otras naciones.” Sin embargo, una comisión asesora con un presupuesto total de U$S 6 millones es más bien distinta de una auditoría externa exhaustiva de U$S 500 millones realizada sobre el sistema bancario de toda una nación con acceso irrestricto a todas las cuentas bancarias.[197] A fin de despejar cualquier leve duda en cuanto a que los EE.UU. estaban al frente de los esfuerzos de devolver activos judíos robados durante la era del Holocausto, James Leach, presidente del Comité Bancario del Congreso, anunció orgulloso en Febrero 2000 que el museo de Carolina del Norte había devuelto una pintura a una familia austríaca. “Esto subraya la responsabilidad de los EE.UU … y creo que es algo que este Comité debe enfatizar.”[198]

Para la industria del Holocausto, el caso de los bancos suizos – al igual que el tormento de postguerra padecido por el “sobreviviente” suizo del Holocausto Binjamin Wilkomirski – fue, además, otra prueba de la inerradicable e irracional malicia de los gentiles. El caso resaltó la burda insensibilidad de hasta un “país liberal, democrático, europeo”, concluye Itamar Levin ante “quienes conllevan las cicatrices físicas y emocionales del peor crimen de la historia.” En Abril de 1997, la Universidad de Tel Aviv informó la existencia de un “inconfundible aumento” del antisemitismo suizo. Sin embargo, este lamentable fenómeno no podía ser posiblemente relacionado con la extorsión de Suiza de parte de la industria del Holocausto. “Los judíos no provocan el antisemitismo.”, refunfuñó Bronfman, “Son los antisemitas los que provocan el antisemitismo”.[199]

La compensación material por el Holocausto “es la mayor prueba moral que Europa enfrenta hacia el fin del Siglo XX”, sostiene Itamar Levin, “Esta será la prueba real del trato que el continente le confiere al pueblo judío”.[200]  Realmente; envalentonada por su éxito en extorsionar a los suizos, la industria del Holocausto se movió rápidamente para “poner a prueba” al resto de Europa. La próxima parada fue Alemania.

Después de acordar con Suiza en Agosto de 1998, en Septiembre la industria del Holocausto desplegó la misma estrategia ganadora contra Alemania. Los mismos equipos legales (Hausfled – Weiss, Fagan Swift, y el Consejo Mundial de Comunidades Judías Ortodoxas) iniciaron demandas de clase contra la industria privada alemana, exigiendo no menos de U$S 20 billones en compensación. Agitando la amenaza de un boicot económico, el controlador Hevesi de la Ciudad de Nueva York comenzó a “monitorear” las negociaciones en Abril de 1999. El Comité Bancario del Congreso sostuvo audiencias en Septiembre. La congresal Carolyn Maloney declaró que “el paso del tiempo no debe ser una excusa para el enriquecimiento ilícito” (en todo caso, tratándose de trabajo esclavo judío – el trabajo esclavo afro-americano es otra historia) mientras Leach, el presidente del Comité, leyendo del mismo guión entonó que “la historia no tiene un estatuto de limitaciones”. Las empresas alemanas que hacen negocios en los EE.UU., le dijo Stuart Eizenstat al Comité “valoran la buena voluntad de aquí, y querrán continuar la clase de buena ciudadanía que han demostrado tanto en los EE.UU. como en Alemania”. Dejando de lado preciosismos diplomáticos, el congresal Rick Lazio urgió al Comité a “concentrarse en las compañías alemanas del sector privado, en particular en aquellas que hacen negocios con los EE.UU.”[201]  A fin de impulsar la histeria en contra de Alemania, la industria del Holocausto publicó varios anuncios a página entera en Octubre. La horrible verdad no fue suficiente; se presionaron todos los botones ardientes. Un aviso denunciando a la corporación farmacéutica alemana Bayer trajo a Josef Mengele a la rastra, a pesar de que no existía prueba alguna de que la Bayer hubiese “dirigido” sus criminales experimentos. Dándose cuenta de que la tempestad sería irresistible, los alemanes se avinieron hacia el fin del año a un acuerdo por una suma considerable.

The Times de Londres celebró esta capitulación ante la campaña por el “Holodinero” de los EE.UU. “No podríamos haber llegado a un acuerdo”, informó Eizenstat ante el Comité Bancario del Congreso, “sin el involucramiento personal y el liderazgo del presidente Clinton . . . así como otros funcionarios superiores del gobierno de los EE.UU.”[202]

La industria del Holocausto acusaba a Alemania de tener la “obligación moral y legal” de compensar a los ex-trabajadores esclavos judíos. “Estos trabajadores esclavos merecen una pequeña medida de justicia”, alegó Eizenstat, “para los pocos años que les quedan de vida”. Sin embargo, tal como ya se ha señalado más arriba, simplemente es mentira que estas personas no habían recibido ninguna compensación. Los trabajadores esclavos judíos estaban cubiertos bajo el acuerdo original por medio del cual Alemania compensó a los internos de los campos de concentración. El gobierno alemán indemnizó a los ex-trabajadores esclavos por “privación de la libertad” y por “daños a la vida y al cuerpo”. Solamente los sueldos retenidos no fueron compensados de un modo formal. Aquellos que habían sufrido daños corporales permanentes recibieron, en cada caso, importantes pensiones vitalicias.[203]Alemania también le otorgó a la Conferencia Judía de Demandas una suma aproximada de 1 billón de dólares a valores actuales para aquellos ex-internos de los campos que recibieron la compensación mínima. Como ya se mencionó, la Conferencia de Demandas, violando el acuerdo con Alemania, usó los valores para varios de sus proyectos favoritos. Justificó este (mal) empleo de las compensaciones alemanas con el argumento de que “aún antes de que los fondos de Alemania estuviesen disponibles . . . las necesidades de las víctimas “necesitadas” del nazismo ya habían sido cubiertas en su mayor parte.”[204] Aún a pesar de ello, cincuenta años después, la industria del Holocausto estaba demandando dinero para “las víctimas necesitadas del Holocausto” que habrían vivido en la pobreza porque los alemanes supuestamente nunca los habían compensado.

Es obviamente imposible responder a la pregunta de qué constituye una compensación “justa” para los ex-trabajadores esclavos judíos. Se puede, sin embargo, decir lo siguiente: De acuerdo con los términos del nuevo acuerdo, los ex-trabajadores esclavos judíos recibirán supuestamente U$S 7.500 cada uno. Si la Conferencia de Demandas hubiera distribuido correctamente los valores alemanes originales, muchos más ex-trabajadores esclavos judíos hubieran recibido mucho más dinero mucho antes.

Continúa abierta la pregunta de si las “víctimas necesitadas del Holocausto” verán alguna vez algo de los nuevos valores alemanes. La Conferencia de Demandas pretende que un gran pedazo sea puesto aparte para su propio “Fondo Especial”. De acuerdo con el Jerusalem Report, la Conferencia tiene “mucho para ganar asegurándose de que los sobrevivientes no reciban nada”. Michael Kleiner, miembro del Knesset Israelí (Herut), condenó a la Conferencia llamándola un “Judenrat que continúa el trabajo de los nazis de otra manera”. Es una “institución deshonesta, conduciéndose en medio de un secreto profesional, y manchada por una horrenda moral pública y por corrupción”, acusó, “una institución oscura que está maltratando a los sobrevivientes judíos del Holocausto y a sus herederos, mientras se sienta sobre una enorme pila de dinero que pertenece a individuos privados, haciendo de todo para heredar (el dinero) mientras todavía están vivos.”[205] Entretanto, Stuart Eizenstat, declarando ante el Comité Bancario del Congreso, continuó amontonando alabanzas sobre “el transparente proceso que la Conferencia Judía de Demandas Materiales ha tenido durante los, en algunos casos difíciles, 40 años”. Sin embargo, el que no tiene igual en materia de cinismo descarnado es el rabino Israel Singer. Además de su puesto de secretario general en el Congreso Mundial Judío, Singer se ha desempeñado como vicepresidente de la Conferencia de Demandas y fue un partícipe principal de las negociaciones con los alemanes sobre los trabajadores esclavos. Después de los acuerdos con los suizos y con los alemanes, reiteró piadosamente ante el Comité Bancario del Congreso que “sería una vergüenza” si los valores de la compensación por el Holocausto fuesen “pagadas a los herederos en lugar de a las víctimas”. “No queremos que ese dinero se pague a los herederos. Queremos que ese dinero se pague a las víctimas”. Con todo, el Haaretz informa que Singer fue el principal promotor de usar los valores procedentes de la compensación por el Holocausto “para cubrir las necesidades de la totalidad del pueblo judío, y no sólo de aquellos judíos que fueron lo suficientemente afortunados como para sobrevivir al Holocausto y llegar vivos hasta una edad avanzada.”[206]

En una publicación del Museo Memorial del Holocausto de los EE.UU., Henry Friedlander, el respetado historiador del holocausto nazi y ex-interno de Auschwitz, esbozó el siguiente esquema numérico para finales de la guerra:

Si hubo alrededor de 715.000 prisioneros en los campos a principios de 1945 y por lo menos un tercio — esto es: unos 238.000 — perecieron durante la primavera de 1945, podemos presumir que a lo sumo sobrevivieron 475.000 prisioneros. Puesto que los judíos habían sido sistemáticamente asesinados y sólo aquellos seleccionados para el trabajo – en Auschwitz aproximadamente un 15% – tuvieron apenas una posibilidad de sobrevivir, tenemos que suponer que los judíos no constituyeron más del 20% de la población de los campos de concentración.

“Podemos, pues, estimar”, concluyó Friedlander, “que el número de sobrevivientes judíos no pasó de la cantidad de 100.000”. Dicho sea de paso, la cifra de trabajadores esclavos sobrevivientes al final de la guerra dada por Friedlander se halla en el extremo máximo admitido entre investigadores académicos. En un estudio ejemplar, Leonard Dinnerstein informó: “Sesenta mil judíos . . . salieron caminando de los campos de concentración. Una semana después, más de 20.000 de ellos habían muerto.”[207]

En Mayo de 1999, durante una reunión en el Departamento de Estado, Stuart Eizenstat, citando el número de “grupos que los representan”, estableció el total de trabajadores esclavos aún vivos, tanto judíos como no judíos, en “quizás 70 a 90.000”[208] Eizenstat fue el principal negociador norteamericano en las tratativas sobre trabajo esclavo y trabajó estrechamente con la Conferencia de Demandas.[209] Esto pondría en 14.000 a 18.000 (20% de 70 o 90.000) el número total de trabajadores esclavos todavía con vida. A pesar de ello, la industria del Holocausto, cuando comenzó sus negociaciones con Alemania, demandó una compensación por 135.000 ex-trabajadores esclavos judíos todavía con vida. El número total de trabajadores esclavos aún vivos, tanto judíos como no-judíos, fue calculado en 250.000. [210]  En otras palabras: el número de ex-trabajadores esclavos aún con vida había aumentado casi diez veces desde Mayo de 1999 y la proporción entre los ex-trabajadores esclavos vivos judíos y los no-judíos varió drásticamente. De hecho, si hemos de creerle a la industria del Holocausto, habría más ex-trabajadores esclavos vivos en la actualidad que hace medio siglo atrás. “Cuan enmarañada red tejemos”, escribió Sir Walter Scott, “cuando comenzamos practicando la forma de estafar.”

A medida en que la industria del Holocausto juega con números para aumentar sus demandas por compensaciones, los antisemitas se burlan alegremente de los “mentirosos judíos” que hasta “mercadean” a sus muertos. Al hacer malabarismos con estos números, la industria del Holocausto, aunque más no sea sin querer, blanquea al nazismo. Raul Hilberg, la autoridad principal sobre el holocausto nazi, estima a los judíos asesinados en 5.1 millones[211] Sin embargo, si 135.000 ex-trabajadores esclavos judíos están todavía vivos, entonces unos 600.000 tendrían que haber sobrevivido a la guerra. Y eso es por lo menos medio millón más que las estimaciones usuales. Uno tendría que restar, pues, este medio millón del número de 5.1 millones de muertos. Y no es sólo que la cifra de los “6 millones” se vuelve más insostenible sino que los números de la industria del Holocausto se están aproximando rápidamente a los de los negadores del Holocausto. Considérese que el dirigente nazi Heinrich Himmler estimó, en Enero de 1945, la población total de los campos en poco más de 700.000 y que, de acuerdo con Friedlander, aproximadamente un tercio de esta cifra había muerto para Mayo. Ahora bien, si los judíos constituían el 20% de la población sobreviviente de los campos y si, tal como lo afirma la industria del Holocausto, 600.000 internos judíos sobrevivieron a la guerra, entonces un total de 3 millones de internos tuvo que haber sobrevivido. De acuerdo con el criterio de la industria del Holocausto, las condiciones en los campos de concentración no pudieron haber sido malas en absoluto; más aún: este criterio obliga a suponer una tasa de fertilidad notablemente alta y una tasa de moralidad notablemente baja.[212]

El alegato usual es que la Solución Final fue un exterminio singularmente eficiente del tipo de una línea de montaje industrial. Pero si, tal como lo sugiere la industria del Holocausto, varios centenares de miles de judíos sobrevivieron, entonces la Solución Final no pudo haber sido tan eficiente después de todo. Tuvo que haber sido un asunto al azar – lo cual es exactamente lo que argumentan los negadores del Holocausto. Les extremes se touchent.

En una reciente entrevista, Raul Hilberg subrayó que los números cuentan en la comprensión del holocausto nazi. En verdad, los números revisados de la Conferencia de Demandas cuestionan radicalmente la comprensión que la propia Conferencia tiene del Holocausto. De acuerdo con el “documento de posición” utilizado por la Conferencia en su negociación con Alemania sobre trabajo esclavo: “El trabajo esclavo fue uno de los tres métodos principales utilizados por los nazis para asesinar judíos – siendo los otros el fusilamiento y el gaseo. Uno de los propósitos del trabajo esclavo fue el de hacer trabajar a los individuos hasta matarlos . . . el término de trabajo esclavo es una expresión imprecisa en este contexto. En general, los amos esclavistas tienen un interés en preservar la vida y la condición de sus esclavos. Sin embargo, el plan nazi para los »esclavos« fue el de utilizar su potencial de trabajo y, después de ello, los »esclavos« serían exterminados.” Aparte de los negadores del Holocausto, nadie ha disputado que el nazismo previó este horrible destino para los trabajadores esclavos. Sin embargo, ¿cómo conciliar estos hechos comprobados con la pretensión de que cientos de miles de trabajadores esclavos judíos sobrevivieron a los campos de concentración? ¿No ha roto acaso la Conferencia de Demandas la pared que separa a la lúgubre verdad sobre el holocausto nazi de los negadores del Holocausto? [213]

En un aviso a toda página en el New York Times, luminarias de la industria del Holocausto como Elie Wiesel, el rabino Marvin Hier y Steven T. Katz condenaron “la negación siria del Holocausto”. El texto atacaba al editorial de un diario oficial de Siria que alegaba que Israel “inventa historias sobre el Holocausto” a fin de “recibir más dinero de Alemania y de las sociedades occidentales”. Lamentablemente, la acusación siria es cierta. Sin embargo, la ironía – que le cabe tanto al gobierno sirio como a los firmantes del aviso – es que las propias historias sobre varios cientos de miles de sobrevivientes constituyen una forma de negación del Holocausto.[214]

La extorsión de Suiza y de Alemania ha sido sólo el preludio de una gran final: la extorsión de Europa Oriental. Con el colapso del bloque soviético, se abrieron atrayentes perspectivas en la otrora región central de la judería europea. Disfrazándose bajo el manto de las “víctimas necesitadas del Holocausto”, la industria del Holocausto se ha propuesto extorsionar billones de dólares de estos ya empobrecidos países. El perseguir este objetivo con pasión audaz y desalmada es algo que se ha convertido en el principal factor que fomenta el antisemitismo en Europa.

La industria del Holocausto se ha posicionado como la demandante exclusiva por todos los activos privados y comunales de quienes perecieron durante el holocausto nazi. “Ha sido acordado con el gobierno de Israel”, le dijo Edgar Bronfman al Comité Bancario del Congreso, “que los activos abandonados vayan a la Organización Mundial Judía de Restitución”. Utilizando este “mandato”, la industria del Holocausto le ha exigido a todos los países otrora miembros del bloque soviético la entrega de todas las propiedades judías de antes de la guerra o, en su defecto, pagar una compensación monetaria.[215] Sin embargo, a diferencia de los casos de Suiza y de Alemania, está haciendo estas demandas lejos de las candilejas publicitarias. La opinión pública, hasta ahora, no ha sido adversa al chantaje de banqueros suizos e industriales alemanes, pero podría ver con menos simpatía el chantaje a campesinos polacos desnutridos. Los judíos que perdieron a familiares durante el holocausto nazi también podrían llegar a tener una visión cínica de las maquinaciones del WJRO. El alegar que uno es el heredero legítimo de quienes perecieron, a fin de apropiarse de sus bienes, puede fácilmente confundirse con un saqueo de tumbas. Por el otro lado, la industria del Holocausto ya no necesita una opinión pública movilizada. Con el apoyo de funcionarios norteamericanos clave, puede quebrar fácilmente la resistencia de naciones que ya están postradas.

“Es importante entender que nuestros esfuerzos por la restitución de propiedades comunales”, le dijo Stuart Eizenstat a un comité del Congreso “constituyen una parte integral del renacimiento y la renovación de la vida judía” en Europa Oriental. Supuestamente, para “promover el renacimiento” de la vida judía en Polonia, la Organización Mundial Judía de Restitución está demandando la titularidad sobre 6.000 propiedades judías de preguerra, incluyendo las que actualmente son utilizadas como hospitales y escuelas. La población judía de preguerra en Polonia se ubicó alrededor de los 3.5 millones; la población actual es de varios miles. La revitalización de la vida judía ¿requiere realmente una sinagoga o una escuela por cada judío polaco? La organización también está demandando cientos de miles de parcelas de tierra polaca valuadas en muchas decenas de billones de dólares. “Los funcionarios polacos temen”, informa el Jewish Week que la demanda “pueda llevar la nación a la bancarrota”. Cuando el parlamento polaco propuso límites a la compensación para evitar la insolvencia, Elan Steinberg del WJC denunció la legislación como “un acto fundamentalmente anti-norteamericano”[216]

Apretando las tuercas sobre Polonia, la industria del Holocausto inició una demanda de clase ante el tribunal del juez Korman a fin de compensar “a sobrevivientes ancianos que se están muriendo”. La demanda sostuvo que los gobiernos polacos de postguerra “continuaron practicando durante los últimos cincuenta y cuatro años” una política genocida  de “expulsión hasta la extinción” en contra de los judíos. Miembros del Consejo de la Ciudad de Nueva York saltaron a apoyar con resoluciones unánimes exigiendo a Polonia “sancionar una amplia legislación que prevea la completa restitución de los activos del Holocausto”, mientras 57 miembros del Congreso (liderados por el congresal Anthony Weiner de Nueva York) despacharon una carta al Parlamento Polaco demandando una “legislación abarcativa que regresara el 100% de todas las propiedades y activos expropiados durante el Holocausto”. “A medida en que las personas se están volviendo cada vez más ancianas”, decía la carta, “se está acabando el tiempo para compensar a quienes se ha perjudicado”.[217]

Declarando ante el Comité Bancario del Senado, Stuart Eizenstat deploró el lento paso de las expropiaciones en Europa Oriental: “Ha surgido una variedad de problemas en la devolución de las propiedades. Por ejemplo, en algunos países, cuando personas o comunidades intentaron reclamar sus propiedades, se les ha pedido, a veces exigido . . . que se permitiese a los actuales ocupantes permanecer allí por un largo período de tiempo con tasas de alquiler controladas.”[218] Particularmente la delincuencia de Belarus irritó a Eizenstat. Belarus está “muy, muy lejos” en materia de devolver propiedades judías de preguerra, le dijo al Comité de Relaciones Internacionales del Congreso.[219] El ingreso mensual promedio de un bielorruso es de U$S 100.

A fin de forzar la sumisión de gobiernos recalcitrantes, la industria del Holocausto blande el garrote de las sanciones norteamericanas. Eizenstat urgió al Congreso a “elevar” la compensación por el Holocausto, a ponerlo bien “alto en la lista” de requerimientos para aquellos países del Este europeo que están buscando entrar en la OECD, la WTO, la Unión Europea, la NATO y el Concejo de Europa: “Escucharán si ustedes hablan . . . recibirán el mensaje”. Israel Singer del WJC instó al Congreso a “continuar mirando la lista de compras” a fin de verificar que todos los países paguen. “Es extremadamente importante que los países involucrados comprendan”, dijo el congresal Benjamin Gilman del Comité de Relaciones Internacionales del Congreso, “que su respuesta . . . es una de las varias normas por las cuales los EE.UU. evalúa su relación bilateral”. Avraham Hirschson, presidente del Comité de Restitución del Knesset y representante israelí en la Organización Judía Mundial de Restitución, hizo su tributo a la complicidad congresal en la extorsión. Rememorando sus “peleas” con el Primer Ministro rumano, Hirschson declaró: “Pero pregunté una cosa, en el medio de la pelea, y toda la atmósfera cambió. Le dije, ya sabe, en dos días voy a estar en una audiencia aquí en el Congreso. ¿Qué quiere usted que les diga durante esa audiencia? Eso cambió toda la atmósfera.” El Congreso Mundial Judío ha “creado toda una industria del Holocausto”, advierte un abogado de los sobrevivientes, y es “culpable de promover . . . un muy feo resurgimiento del antisemitismo en Europa”.

“Si no fuese por los Estados Unidos de América”, observó de modo muy adecuado Eizenstat en su alocución al Congreso, “muy pocas, si es que alguna, de estas actividades estarían realizándose hoy.” Para justificar las presiones sobre Europa Oriental, explicó que una característica de la moralidad “occidental” es la de “devolver o pagar compensación por propiedad privada o comunal ilícitamente apropiada”. Para las “nuevas democracias” del oriente europeo, el ajustarse a esta norma “sería equiparable a su transición del totalitarismo a la democracia”. Eizenstat es un alto funcionario del gobierno norteamericano y un eminente partidario de Israel. Sin embargo, a juzgar por las respectivas demandas de los americanos nativos y de los palestinos, ni los EE.UU. ni Israel han hecho aún esa transición.[220]

En su declaración ante el Congreso, Hirschson invocó el triste espectáculo de los ancianos “necesitados víctimas del Holocausto” de Polonia “viniendo a mi oficina en el Knesset todos los días . . . rogando que se les devuelva lo que les pertenece . . . que se les devuelvan los hogares que abandonaron, los negocios que dejaron atrás.” Entretanto, la industria del Holocausto se lanza a una batalla en un segundo frente. Repudiando el mandato específico de la Organización Mundial Judía de Restitución, comunidades judías locales en Europa Oriental han presentado sus propias demandas sobre activos judíos sin dueño. Para beneficiarse de una demanda como ésa, sin embargo, un judío debe pertenecer formalmente a la comunidad judía local. El tan esperado renacimiento de la vida judía está comenzando a suceder en la medida en que los judíos de Europa del Este hacen valer sus raíces recientemente redescubiertas para obtener una tajada del botín del Holocausto.[221]

La industria del Holocausto se ufana de reservar los valores procedentes de las compensaciones para causas judías de caridad. “Si bien la caridad es una causa noble”, observa un abogado que representa a las víctimas reales, “está mal ejercerla con el dinero de otras personas”. Una de las causas favoritas es “educación en el Holocausto” – el “mayor legado de nuestros esfuerzos”, de acuerdo con Eizenstat. Hirschson es además fundador de una organización llamada “Marcha de los Vivientes”, una pieza central en la pedagogía del Holocausto y una beneficiaria mayor de los valores provenientes de compensaciones. En este espectáculo de inspiración sionista con miles de personas en el elenco, la juventud judía de todo el mundo converge en los campos de exterminio de Polonia para recibir una instrucción de primera mano sobre la malignidad gentil antes de ser cargada en un avión con destino a Israel. El Jerusalem Post capturó este momento kitsch de la Marcha: “ »Tengo tanto miedo, no puedo seguir, quisiera estar ya en Israel,«  repite una mujer joven de Connecticut una y otra vez. Su cuerpo está temblando . . . De pronto su amigo saca una gran bandera israelí. La joven envuelve a ambos con la bandera y siguen caminando.”  Una bandera israelí. No salgan de casa sin ella.[222]

Hablando ante la Conferencia de Washington sobre Activos de la Era del Holocausto, David Harris de la AJC se volvió elocuente sobre el “profundo impacto” que las peregrinaciones a los campos de exterminio nazis tienen sobre la juventud judía. El Forward tomó nota de un episodio particularmente dramático. Bajo el titular “Adolescentes Festejan con Strippers Después de Visitar Auschwitz”, el diario explicaba que, de acuerdo con los expertos, los estudiantes del kibbutz “alquilaban strippers para aliviar las perturbadoras emociones que habían surgido durante el viaje”. Aparentemente, los mismos tormentos asaltaron a los estudiantes judíos durante una visita al Museo Memorial del Holocausto en los EE.UU. cuando, de acuerdo con el Forward, los jóvenes terminaron “corriendo de un lado para el otro, divirtiéndose a lo grande, excitándose entre ellos, y todo lo demás”.[223] ¿Quién puede dudar de la sabiduría de la industria del Holocausto de reservar el dinero de las compensaciones para pedagogía sobre el Holocausto en vez de “desperdiciar los fondos” (Nahum Goldmann) en sobrevivientes de los campos de exterminio nazis? [224]

En Enero de 2000, funcionarios de casi cincuenta Estados, incluyendo al Primer Ministro Ehud Barak de Israel, concurrieron a una gran conferencia educativa sobre el Holocausto en Estocolmo. La declaración final de la conferencia subrayó la “solemne responsabilidad” de la comunidad internacional por luchar contra los males del genocidio, la limpieza étnica, el racismo y la xenofobia. Después, un periodista sueco le preguntó a Barak acerca de los refugiados palestinos. En principio, respondió Barak, estaba en contra de que un solo refugiado palestino viniese a Israel: “No podemos aceptar responsabilidad moral, ni legal, por refugiados”. Evidentemente, la conferencia fue un enorme éxito.[225]

La Guide to Compensation and Restitution for Holocaust Survivors (Guía para la Compensación y Restitución para Sobrevivientes del Holocausto), una publicación oficial de la Conferencia Judía de Demandas, lista montones de organizaciones afiliadas. Ha surgido una enorme, bien aceitada burocracia. Compañías de seguros, bancos, muesos de arte, industria privada, residentes y agricultores de casi todos los países europeos están en la mira del fusil de la industria del Holocausto. Pero las “víctimas necesitadas del Holocausto”, en cuyo nombre opera la industria del Holocausto, se quejan de que ésta “sólo perpetúa la expropiación”. Muchos le han iniciado juicio a la Conferencia de Demandas. El Holocausto todavía puede convertirse en “el mayor robo en la historia de la humanidad”[226]

Cuando Israel comenzó a negociar con Alemania por indemnizaciones después de la guerra, comenta el historiador Ian Pappe, el Ministro de Relaciones Exteriores Moshe Sharett propuso transferir una parte a los refugiados palestinos “en orden de rectificar lo que se ha dado en llamar la pequeña injusticia (la tragedia palestina), causada por la injusticia más terrible (el Holocausto)”.[227] Nunca salió nada de esa propuesta. Un eminente académico israelí ha sugerido utilizar algunos de los fondos recibidos de los bancos suizos y de las empresas alemanas para “compensar a los refugiados palestinos”.[228]  Dado que casi todos los sobrevivientes del holocausto nazi ya han fallecido, ésta parecería ser una propuesta razonable.

En el clásico estilo del WJC, Israel Singer hizo el “sorprendente anuncio” el 13 de Marzo de 2000 que un nuevo documento desclasificado revelaba que Austria estaba reteniendo activos judíos de la era del Holocausto no reclamados por un valor de otros U$S 10.000 millones. Singer también dijo que “el cincuenta por ciento del total de las obras de arte en Estados Unidos está constituido por obras saqueadas a judíos”.[229] Claramente, la industria del Holocausto se ha vuelto loca.

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