La mayoría de las cosas que se leen y escuchan en los medios sobre el presidente Hugo Chávez son siempre negativas: se exageran sus fallos, se distorsiona su discurso y se ignoran sus logros. La realidad es bastante diferente.

Por Eva Golinger

Hugo Chávez era querido por millones de personas en todo el mundo. Cambió el curso de un continente y lideró un despertar colectivo de pueblos antes silenciados, explotados e ignorados. Chávez era un gran visionario y un creador de sueños.

Un hombre honesto de raíces humildes, que vivió de niño en un rancho y vendía dulces en las calles para ganar dinero para su familia. Chávez soñaba con crear una nación fuerte, soberana e independiente de la influencia extranjera y digna ante el mundo.

AFP/ FRANCISCO BATISTA

Soñaba con mejorar las vidas de las personas, con erradicar la miseria de la pobreza y ofrecer a todos la oportunidad de una vida mejor, el buen vivir como lo llamaba él.

El presidente Chávez hizo realidad esos sueños. Durante sus casi 14 años de gobierno, elegido para tres mandatos de seis años de los que sólo pudo cumplir dos por su inoportuna muerte, las políticas de Chávez redujeron la extrema pobreza en Venezuela en más de un 75%, desde el 25% a menos del 7% en una década, según estadísticas del Centro para la Investigación Económica y Política. Y la pobreza general se redujo en más del 50%, del 60% en 1998, cuando Chávez fue elegido por primera vez, al 27% para el año 2008.

Éstos no son meros números, esto se traduce en cambios profundos en las vidas de millones de venezolanos que hoy comen tres comidas al día, son dueños de sus casas y tienen trabajo y acceso a ayuda financiera.

Pero los sueños no terminan ahí. Chávez soñaba con una nación llena de personas educadas y sanas, y por ello estableció una educación pública gratuita y de calidad desde preescolar a los estudios de doctorado, accesible a todos. De hecho, para las personas que viven en zonas remotas por sus centros educativos, se construyeron escuelas y centros móviles para llevar la educación al pueblo.

AFP Omar Torres

Chávez también creo un sistema de salud pública nacional que ofrece cuidado médico universal y gratuito con la ayuda y solidaridad de Cuba, que envió miles de médicos y trabajadores sanitarios para proporcionar servicios de calidad a los ciudadanos venezolanos, muchos de los cuales nunca habían recibido tratamiento médico en su vida.

Para fortalecer y empoderar a las comunidades, Chávez impulsó políticas de inclusión y gobierno participativo, dando voz a aquellos que antes estaban excluidos de la política. Creó consejos comunitarios y redes para hacerse cargo de las necesidades locales en barrios de todo el país, dando el poder de gobernar a las propias comunidades

Su misión de diversificar el país y desarrollarlo a su máximo potencial se transformó en ferrocarriles, nuevas industrias, ciudades satélite y transporte innovador como el MetroCable sobre las montañas de Caracas para conectar a personas que viven en las laderas con el centro de la ciudad.

AFP/ Leo Ramirez

El sueño centenario del héroe independentista Simón Bolívar de construir una ‘Patria Grande’ unificada en Sudamérica se convirtió en la luz que guiaba a Chávez e iluminó el camino que él allanó. Chávez fue una fuerza unificadora de Latinoamérica, al crear nuevas organizaciones como la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC).

Estas entidades han adoptado la integración, la recuperación y la solidaridad como su principal método de cambio, rechazando la competencia, la explotación y la dominación, principios de la política externa de Estados Unidos y Occidente.

Chávez inspiró al mundo del siglo XXI a luchar por la justicia, a plantarse con dignidad a las potencias intimidadoras que buscan imponer su voluntad a las demás. Alzó la voz cuando otros no lo hacían y no tenía miedo a las consecuencias porque sabía que la verdad estaba de su lado.

Chávez era un creador de sueños. Reconoció los derechos de los discapacitados, de los pueblos indígenas, de todos los géneros y sexualidades. Derrumbó las barreras del racismo y el clasismo y se declaró un socialista feminista. No sólo cumplió sus propios sueños sino que también nos inspiró a todos a lograr nuestro máximo potencial.

No me malentiendan, las cosas no son perfectas en Venezuela en absoluto, pero nadie puede negar que están mucho mejor que antes de que Hugo Chávez fuera presidente. Y nadie podría negar que el presidente Hugo Chávez era más grande que la vida.

La primera vez que volé en el avión del presidente Chávez, me invitó a desayunar en su habitación privada. Sólo estábamos él y yo. Estaba nerviosa y ansiosa por contarle los resultados de mis investigaciones sobre el papel del Gobierno de Estados Unidos en el golpe de Estado en su contra en 2002. Después de todo, por eso iba en el avión con él. Me había invitado a participar en su programa de televisión de los domingos ‘Aló Presidente’ para presentar los cientos de documentos desclasificados que obtuve de organismos del Gobierno a través de la Ley de Libertad de Información que pusieron al descubierto la financiación estadounidense a los participantes en el golpe. La fecha era el 11 de abril de 2004, exactamente dos años después del golpe que estuvo a punto de matarle y sumir al país en el caos.

Cuando empecé a sacar los papeles y a extender los documentos sobre la mesa que nos separaba, me frenó. “¿Ya has desayunado?”, me preguntó. “No”, le dije, y seguí moviendo los papeles que tenía delante. “Podemos hablar de eso luego”, dijo. “Por ahora, cuéntame de ti. ¿Cómo está tu madre?”, me preguntó, como si fuéramos viejos amigos.

aUna aeromoza entró a su habitación privada con dos bandejas y las puso sobre la mesa. Enseguida recogí los documentos. “Comamos”, dijo. Empecé a protestar intentando explicarle que su tiempo era tan limitado que quería aprovechar cada minuto. Me detuvo y dijo: “Este es un humilde desayuno, un desayuno de cuartel, lo que más me gusta”. Miré la bandeja por primera vez. En ella había un pequeño plato con una arepa, un poco de queso blanco, melón y algunas anchoas. Junto al plato había una pequeña taza de café. Nada elegante ni lo que uno esperaría en un avión presidencial.

“Después de todo, no soy más que un soldado”, añadió. Sí, Chávez, eres un soldado, un glorioso soldado de un pueblo dignificado, orgulloso y amable. Y eres un creador de sueños para millones de personas en todo el mundo.