Y bien, el tan comentado Katún 13 ya es un hecho cósmico.

Los mayas lo pronosticaron desde mucho antes de la conquista. Los antropólogos y arqueólogos lo tuvieron como una entretenida curiosidad matemática pero que no quería decir mucho, y los estudiosos como algo que quería decirlo todo. Y entre este Todo estaba el final del tiempo.

Algunos místicos, como Bárbara Han Clow no pisaron tan a fondo el acelerador: dijeron que lo que se trata es que la tierra a atraviesa por la banda o cinturón fotónico. ¿Qué es esto? Se trata, según estos, del paso del sistema solar por una banda de fotones emanada del centro de la galaxia, fenómeno que se presenta cada 25 años, año más año menos, y que esto produce un cambio general en la conciencia de los seres, unos para bien, otros para mal, unos para arriba, otros para abajo.

Pero la cosa no es tan simple. Lo que los mayas llamaron el no tiempo se refiere a la aplicación literal de la frase. Y si no hay tiempo no hay nada más, al menos de lo que conocemos. Es decir, no hay vida como la que tenemos.

Los mayas fueron bastante genéricos en sus profecías. No advirtieron cómo era que se daba este no tiempo. Sus mecanismos, su acabose, sus intimidades.

En otras palabras, no hablaron de una guerra energética que provocaría explosiones en el sol, ni del peligro que las mismas suponían para estos mundos, el sistema solar y la galaxia, o las galaxias.

Hoy tales explosiones son un hecho. Las ondas energéticas y de presión que cada una de estas explosiones provocan en el sistema, pueden acabar con un mundo de un solo tajo.

Y aunque suene muy presumido decir que el objetivo principal de los guerreros rebeldes es la tierra, esto tiene su explicación lógica: en esta esfera está el cuerpo físico de Dios y de las más altas jerarquías cósmicas. Está el ejército que combate y ha combatido al milenario enemigo. Son los defensores de la luz.

Una de estas batallas se libra desde el Mandala Heliogeón. Día y noche, llueva o truene, los mojes y visietas del Sakroakuarius hacen runas las 24 horas del día. No pueden parar un instante. Los turnos son de algo más de dos horas y los seres de cada grupo son 24. Deben tener seres develados y no ser tatuados ni mutilados.

Ya lo dijo el Apocalipsis: en los últimos tiempos la guerra no será con armas sino con mente y espíritu.