“Pero el ángel les dijo: -No temáis, porque yo os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10-11).

“Otra vez Jesús les habló, diciendo: -Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

El nacimiento del Señor Jesús en la pequeña Belén de Judea, fue la conclusión profética de una serie de acontecimientos sobrenaturales e históricos, que han dado la vuelta al mundo hasta nuestros días.

Cierto es, que a pesar de que no existe mandamiento alguno para conmemorar este suceso histórico y divino, también lo es, que en la inmensa mayoría del mundo se está celebrando de una manera idolátrica y pagana, como si el festejar la mezcla de lo santo con lo profano trajera bendición al pueblo.

La Escritura dice en Proverbios 29:18: “Cuando falta la sabiduría -[la Palabra profética (1ª Pedro 1:19)]-, el pueblo de desenfrena…”, en otras versiones bíblicas dice: “Donde no hay visión, el pueblo se extravía”. ¿Ve usted? ¿Por qué se extravía? Porque no hay dirección sabia, cada quien hace y piensa lo que quiere, y muchos en este sentido, toman la Escritura y la interpretan a su manera, llevando al pueblo por caminos de necedad y muerte. Interpretaciones carnales e intelectuales de la Palabra causan división, es decir, provocan una “doble visión” que confunden al creyente. La única interpretación válida de la Palabra es cuando Dios la cumple.

Sin embargo, el sabio Salomón, hijo de David, rey de Israel dijo una vez: “Cesa, hijo mío, de prestar oído a enseñanzas que te hacen divagar de la sabiduría” (Proverbios 19:27), “porque el mandamiento es lámpara, la enseñanza es luz, y camino de vida son las reprensiones que te instruyen” (Proverbios 6:23). “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2ª Timoteo 3:14-17). Amén.

En el tema que nos ocupa, el nacimiento de Jesús ha sido totalmente tergiversado por muchos grupos llamados cristianos. El texto bíblico referente a este grandioso suceso, ha sido sacado de su contexto exacto, especialmente en lo que se refiere al tiempo de su venida, al mes en que Él debió haber nacido. Algunas iglesias enseñan que Cristo vino al mundo en el mes de diciembre, mientras otros señalan los meses de enero, septiembre y octubre. Sin embargo, la revelación de las Escrituras nos muestra algo muy diferente. Algo diametralmente opuesto a estas ideas.

Examinemos entonces lo que nos dice la Palabra.

Cristo, nuestra Pascua

Primero debemos entender que el nacimiento de Jesús, está relacionado con el tiempo de la liberación de Israel de la esclavitud egipcia, y la institución de la Pascua judía. La Escritura nos dice que “nuestra Pascua… es Cristo” (1ª Corintios 5:7), así que si Cristo es nuestra Pascua, entonces Él tenía que manifestarse a este mundo, durante el tiempo de la Pascua. Veamos entonces.

Durante 430 años, Israel habitó en la tierra de Gosén, una región oriental del delta del Nilo, y una de las más fértiles de todo Egipto. Jacob y su familia, junto con todas sus posesiones, tomaron la tierra para vivir en ella por voluntad expresa de su hijo José (Génesis 45:10, 46:34, 47:1-6), quien fungía entonces como gobernador de todo el imperio por órdenes del faraón (Génesis 41:39-46, 42:6, 45:9, 26).

La Escritura muestra que mientras vivió aquel faraón y José, la hospitalidad egipcia fue buena para Israel. Pero al morir José, todos sus hermanos y toda aquella generación que había entrado en Egipto con Jacob, experimentaron que tal hospitalidad se trocó en opresión y esclavitud.

En la tierra de Gosén, los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, llegaron a ser numerosos y fuertes en extremo, y se llenó de ellos la tierra (Éxodo 1:7). Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José y comenzó a oprimir al pueblo. En Éxodo 1:13-14 se nos dice: “Los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vi da con dura servidumbre en la fabricación de barro y ladrillo, en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor”.

Es en este contexto, cuando Dios inicia una serie de acontecimientos históricos y sobrenaturales que concluirían en la liberación de su pueblo. Es bajo estas circunstancias de lucha sobrenatural, donde Dios derrama juicio sobre los egipcios (las siete plagas) y en Éxodo 12, da entrada a la institución de la Pascua, misma que sería una señal de la total liberación de los israelitas del yugo egipcio.

En Éxodo 12:2, Jehová dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: “Este mes será para vosotros el principal entre los meses; os será el primero de los meses del año”. ¿Cuál es este mes? Éxodo 13:4 dice: “Vosotros salís hoy, en el mes de Abib”. Este mes de Abib también es conocido como el mes de Nisán, de acuerdo a los libros de Nehemías 2:1 y Esther 3:7. ¿Ve usted?

El calendario sagrado judío donde aparecen las fiestas religiosas, no es como nuestro calendario. Nosotros utilizamos actualmente un calendario conocido como “gregoriano”, pero que en realidad es de origen netamente romano, solamente que ha variado con el paso de los siglos. Sin embargo, el calendario judío es el más antiguo de todo el mundo, en comparación con el resto que utilizan las naciones.

< span style=”font-family: Arial;”>Hasta la fecha, Israel mantiene un calendario sagrado lunisolar, donde se encuentran todas sus festividades religiosas más importantes. Este calendario es de doce meses, y cada mes es de 29 y 30 días intercaladamente, por lo que el año hebreo tiene 354 días. Este es el calendario que Dios le dio a su pueblo, y que Israel todavía mantiene activo.

En el calendario judío, el año hebreo incluye un ciclo completo de las cuatro estaciones del año, y, a su vez, debe contar con un número exacto de meses lunares. De esta manera, el año hebreo puede tener tanto 12 meses (año simple), como 13 (año bisiesto).

Contrario a nuestro calendario “gregoriano” que está basado en el “año trópico” que es sensiblemente más largo (365 días, 5 horas, 48 minutos y 44 segundos), el hebreo está basado en el año lunar de 12 meses (354 días, 8 horas y 49 minutos), más corto y exacto, por lo que en el primero, la Pascua judía indefectiblemente se va corriendo hacia el invierno, contrariamente al precepto bíblico. No así en el segundo.

Ahora, Dios les está diciendo a Moisés y a Aarón que en el mes de Nisán-Abib ofrecerán siempre la Pascua, a los catorce días de este mes (Éxodo 12:6), y es tan importante guardarla por todas las generaciones, porque “es la víctima de la Pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios y libró nuestras casas” (Éxodo 12:27).

Moisés dijo al pueblo: “Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de servidumbre, pues Jehová os ha sacado de aquí con mano fuerte; por tanto, no comeréis cosa leudada. VOSOTROS SALÍS HOY, EN EL MES DE ABIB” (Éxodo 12:3-4).

¿Está usted captando el panorama? Es en el mes de Abib cuando Israel es librado de la esclavitud egipcia, es en el mismo mes en que Dios instituye la Pascua judía, la cual debía inmolarse a los catorce días del mes de Nisán-Abib. Ahora, este mes sagrado para los judíos, que es a su vez el primer mes del año sagrado, de acuerdo a lo que dijo Dios en Éxodo 12:2, equivale en nuestro calendario gregoriano a los meses de marzo-abril. ¿Puede usted captar en qué estación del año se encuentra el mundo durante estos meses?

El origen del nombre “Nisán”, al igual que los nombres de los demás meses del calendario hebreo, es babilonio, y fue posteriormente adoptado por los judíos que retornaron del exilio en Babilonia. En la Torá“Ley escrita”, este mes es definido como el “comienzo de mes, será para vosotros el primer mes del año” (Éxodo 12:2), y también es descrito como “el mes de la primavera” (Éxodo 13:4).“Nisán” significa también “primer brote, retoño”.

En la “Mishná” (base de la ley judía oral o rabínica) es llamado “el año nuevo de los reyes”, es decir, los reyes de Israel empezaban a computar un nuevo año de reinado a comienzos del mes de Nisán, sin señalar cuándo habían subido al trono.

La estación de Nisán es la primavera, en la cual brotan los retoños y florecen los árboles. Quien sale en el mes de Nisán y ve árboles frutales en flor, debe pronunciar la siguiente bendición: “Bendito seas Dios, nuestro Dios rey del universo, que no hace faltar nada en su mundo, y que ha creado buenas criaturas y árboles para que el ser humano disfrute de ellos”.

En Israel, durante todo el mes de Nisán están prohibidos los ayunos, los obituarios y las manifestaciones públicas de duelo, porque es “el tiempo de nuestra libertad”, en recuerdo de la redención de Israel de la esclavitud a la libertad. El signo del mes de Nisán es el de “Aries”, por el sacrificio de “Pesaj” (“Fiesta de la Libertad” o “de la Primavera”, del 15 al 21 de Nisán), en el que fuera ofrendado “un cordero por cada casa paterna” (Éxodo 12:3-10).

Nisán cuenta siempre con 30 días, y deberá coincidir siempre con el principio de la primavera, determinada por el equinoccio vernal del 21 de marzo, en que el día y la noche tienen la misma duración. Con dicha finalidad, y para que la festividad de Pésaj (Pascua judía) se celebre en el mes de la primavera según el precepto bíblico.

Así que por la revelación de la Escritura, podemos observar que Cristo no vino al mundo durante el otoño o durante el frío invierno. En el calendario hebreo, los meses de septiembre-octubre corresponden al mes sagrado conocido como “Tisri”; mientras que la fecha comúnmente utilizada por la mayoría del mundo pagano para celebrar este acontecimiento, que es de mediados de diciembre a mediados de enero, corresponde en el calendario judío, al mes sagrado conocido como “Tebet”“Tisri” es el mes séptimo del año sagrado, mientras que “Tebet” es el décimo mes del calendario hebreo. ¿No cree usted que celebrar el nacimiento de Jesús durante estos meses, contradice el Espíritu de la Escritura y a la historia misma?

Ahora bien, durante los meses de marzo-abril que corresponde al mes sagrado judío conocido como Nisán-Abib, el mundo se encuentra en la estación de primavera. Una época donde el sol resplandece; la vida, que se había ocultado bajo la tierra, en madrigueras, cuevas o casas debido al crudo invierno, comienza nuevamente a resurgir. Toda la naturaleza –la vida animal, vegetal y humana- se encuentra en total transformación. Los paisajes tristes y desolados dan lugar a paisajes llenos de vida y esplendor.

De hecho, el nombre de “Abib” es próximo en su etimología a “Aviv”, voz hebrea que significa “primavera”; se cree que el nombre deriva del idioma fenicio, y era el nombre del mes utilizado por los antiguos habitantes de Canaán, que llamaban a sus meses con terminología relacionada a la agricultura y al clima.

La primavera es la mejor época del año. En cuanto al reino animal y vegetal, es la época de reproducción y gestación de vida, de apareamiento y dar a luz a nuevos seres. Es la época en que árboles y plantas manifiestan lo mejor de su fruto, y todo se llena de verdor. El frío de la muerte ha cesado, para dar paso al calor de la vida.

La palabra “Primavera” es sinónimo de vida, juventud, sol, aire y con todo lo que tiene colorido; esto se debe sobre todo por la abundancia de flores multicolores que hay durante los meses que abarca ésta estación del año. Se identifica con el tiempo en que una cosa ésta en su mayor vigor, hermosura y frescura.

Al iniciar la “Primavera”, es momento de preparar la tierra y sembrar la mayoría de los cultivos básicos para aprovechar la llegada próxima de las lluvias; y se plantan también una gran variedad de árboles frutales, de hortalizas y legumbres.

Como es la estación que sigue al invierno, la primavera representa un cambio del clima que se refleja en las plantas, porque aparecen numerosas flores vistiendo alegres y llamativos colores acompañados de sugestivas fragancias.

Los animales también disfrutan del buen clima y muchos de ellos se reproducen en esta época, de hecho, para la majada de ovejas, esta es la mejor estación del año para tener a sus corderitos.

Cristo, el Cordero Pascual, vino a este triste y frío mundo en tiempos de primavera, en el mes de Nisán-Abib. Él no pudo venir en otra época del año. Él no pudo venir en otoño, porque en esta estación la naturaleza comienza a secarse, los árboles pierden sus hojas por la falta de savia, de vida, en sus ramas y hojas. La naturaleza comienza a marchitarse. Él no pudo venir en invierno, porque en esta estación del año, la savia de los árboles baja a las raíces del árbol, para ocultarse del crudo frío, por eso es que en las zonas donde nieva como Belén, los árboles parecen simples troncos plantados, árboles sin vida, pero Él vino en tiempo de primavera, porque es el tiempo de la vida; la Vida de Dios se estaba manifestando en la hendidura de una roca, trayéndonos también un Libertador, un profeta como Moisés que con el poder de Su Palabra, nos daría completa libertad del yugo de esclavitud en que nos tenía sometido Satanás, el faraón de este mundo. ¡Aleluya!

Con razón el Espíritu de la Escritura dice: “Por tanto, mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día, porque yo mismo q ue hablo, he aquí estaré presente. ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: ‘¡Tu Dios reina!’!… ¡Cantad alabanzas, alegraos juntas, ruinas de Jerusalén, porque Jehová ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén! Jehová desnudó su santo brazo ante los ojos de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro” (Isaías 52:6-7, 9-10). Amén.

¿Ahora puede usted ver en qué tiempo del año vino al mundo el Cordero de Dios? Tenía que ser en el mismo tiempo en que Israel fue liberado de la esclavitud. Tenía que ser en el mismo tiempo en que Jehová Dios instituyó la Pascua; Él no podía hacer que Cristo viniera en otro tiempo, porque la Pascua no sólo es un sacrificio por nuestros pecados, sino una fiesta de suma importancia que conmemora nuestra liberación del yugo del mal.

El Señor dijo a Israel: “Este día será memorable, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis” (Éxodo 12:14). ¿Y qué dijo Jesús a las multitudes reunidas en el monte?: “No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir, porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17-18). “…porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15). ¿Ve usted? Jesús siempre predicó con el ejemplo. Con una vida rendida a la Palabra de Dios. Así debemos hacerlo también nosotros. Amén.

La Pascua es una fiesta; tan grande y memorable es para Israel, que cuando el Cordero de Dios nació, la Biblia dice que “un ángel del Señor” se presentó a los pastores de la región para anunciarles que en la ciudad de David, había nacido esa tarde, “un salvador, que es Cristo el Señor”.

“Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: ‘¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!'” (Lucas 2:13-14). La Escritura dice que “los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho” (Lucas 2:20).

¡Ah!, pero en esta gran fiesta de salvación tenía que haber algo más. La Biblia nos muestra que hasta aquel establo construido en la hendidura de una roca, llegaron unos sabios de oriente que al entrar en el lugar, “vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Luego abrieron sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (Lucas 2:11). ¿Puede usted captar toda la escena?

Ahora, ¿cómo sabemos que el Cordero de Dios vino en primavera y no en invierno? Bueno, aparte de los datos que hemos expuesto aquí, la Biblia señala que “había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño” (Lucas 2:8). La Escritura nos está diciendo que en el campo, a la intemperie, bajo la bóveda celeste, había grupos de pastores que estaban velando, es decir, cuidando a sus ovejas, y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños, a la luz de la luna.

Permítanme darles algunos datos más para que puedan entender esto. Belén, es una ciudad situada al sur de Jerusalén y muy cercana a ella (9 kilómetros aproximadamente), y se encuentra en territorio de Palestina. La ciudad se encuentra enclavada en los Montes de Judea, en la zona denominada Cisjordania. En sus orígenes, la población pertenecía a la tribu de Judá.

Por encontrarse situada sobre elevados montes, en Belén nieva especialmente durante el mes sagrado llamado “Tebet” (diciembre-enero). En todo Israel se mantiene un clima variado, que va desde las frías lluvias hasta las duras heladas de nieve. “Tebet”, es la estación más fría del año en todo Israel. En Belén nieva, no solamente por encontrarse en los Montes de Judea, sino porque está también cerca del desierto donde las temperaturas bajan hasta los ceros grados, y eso influye en el clima de Belén enormemente.

Ahora, si a usted le gusta aplicar razonamiento a la Palabra de Dios, entonces aplíquelo aquí. ¿Cómo podrían los pastores mantenerse ellos con sus rebaños al aire libre, en una época de tormentoso frío? Nadie en su sano juicio que viva en un lugar tropical, podrá mantenerse guardando vigilia en una noche lluviosa y fría, con un clima que cala los huesos, mucho menos lo harían pastores experimentados, sabiendo que en diciembre no existe grama o pasto para que las ovejas coman, mucho menos si la tierra se encuentra cubierta de nieve.

Así que, considerando que Jesús nació en un establo, cuando los pastores estaban con sus rebaños al aire libre, cuidando de las ovejas, pues, esto en diciembre es imposible, ya que el rebaño permanece encerrado a causa de las bajas temperaturas que provocan constantes lluvias y nevadas en las zonas más altas de Israel.

En el sano juicio de José y María, nadie haría nacer a un niño en un establo, a merced del frío, y hacer que una mujer embarazada hiciera un viaje tan largo desde Nazaret, en pleno diciembre, en esa cruda estación del año, exponiendo la vida del bebé.

Suponiendo sin conceder, que Jesús nació en diciembre, en una época tan fría para Belén, ¿no contradeciría esto a la Biblia que fue inspirada por Dios? En Lucas 2:15-16 la Escritura añade: “Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: -Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre”. ¿Ve usted?

¿Cree usted que hombres de campo se arriesgarían en una estación de crudo invierno a viajar hasta Belén sólo para ver a un niño? U sted mismo si vive cerca de una región donde nieva, pregunte a personas experimentadas del campo, si estarían dispuestas a hacer tal acto de locura, o se mantendrían resguardándose del duro frío en sus casas.

Sólo recuerde, los pastores iban a pie, no en lujosos autos, y José y María hicieron el viaje acompañados solamente por un burro o asno, la Biblia no dice qué animal llevaron, pero siendo pobres, no pudieron utilizar caballos o camellos, animales reservados para las clases más pudientes de Israel y sus alrededores, y con este animalito, tuvieron que atravesar ríos, valles, costas y montañas.

Si Jesús nació en diciembre, entonces parte de la travesía de Nazaret a Belén tuvieron que hacerla con un clima totalmente adverso en todo sentido. Solamente alguien fuera de sus cabales podría hacer un viaje de esta naturaleza, con un burro y una mujer a punto de dar a luz. ¿No lo ha considerado?

Ahora puede usted ver el tiempo en que Jesús nació. Él es nuestra Pascua; Él fue la víctima inmolada por Dios para expiar nuestros pecados. Él es nuestra fiesta. Una fiesta de jubilosa salvación, porque la salvación tiene un gozo, David le dijo al Señor una vez pidiendo misericordia y luego de confesar su pecado: “Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (Salmos 51:12). ¿Ve usted? “Nosotros nos gozaremos en tu salvación, y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios” (Salmos 20:5).

Él nació en primavera, porque es la mejor estación del año cuando las ovejas paren a sus corderos, y la Gran Oveja de Dios parió un Cordero perfecto, sin mancha ni arrugas, para redimirnos de este loco mundo que se está cayendo a pedazos.

Él es nuestro Cordero Pascual que vino en primavera, en el mes de Nisán-Abib, a los diez días del mes, para mostrarnos que en Él mismo hay una primavera eterna, una Vida que nunca acaba, inmortal, tangible, en un mundo feliz más allá.

¿A los diez días hermano? Sí, a los diez días del mes de Nisán-Abib, porque el Señor le había dicho a Moisés: “El día diez de este mes tomará cada uno un cordero por familia…” (Éxodo 12:3). ¿Cuándo fue sacrificado entonces? La Escritura dice: “Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes” (Éxodo 12:6). ¿Ve usted?

Así que Cristo nació a los diez días del mes de Nisán-Abib, y murió a los catorce del mismo mes, en tiempos de primavera. “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Mateo 11:25-26).

“Mi amor en Cristo Jesús esté con todos vosotros. Amén” (1ª Corintios 16:24).

¡Usted ya no es inocente! ¡Ahora conoce la verdad!

“Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9).