Los instintos del cuerpo relacionados con los alimentos fueron tan pervertidos por los prolongados hábitos artificiales, tan entorpecidos por una vieja “costumbre” que dio en llamarse civilizada, que el sistema del cuerpo ya no reacciona ante los alimentos como debería. Para recuperar los instintos adecuados y descubrir cómo sería realmente una dieta natural para el hombre, es necesario hacer un ayuno o una serie de ayunos.

Proscribir la carne de una dieta correcta tiene una base totalmente científica. Esta clase de alimento contiene demasiado ácido úrico, venenoso, y demasiada purina, tóxica, como para que sea un sano componente de esa dieta. Además, deteriora la flora intestinal. Esto no afectará a los tipos de obreros manuales sanos, que tienen bastante resistencia para eliminarlos, pero sí a los individuos sedentarios, más débiles.

Thomas Jefferson escribió sobre los que comen carne:  “Imagino que debe ser la cantidad de alimento animal que comen…..la que hace que sus caracteres no puedan civilizarse. Sospecho que es en sus cocinas, y no en sus iglesias, donde deberá trabajarse su reforma, y que los misioneros de este género conseguirán más que aquellos que se esfuerzan por amansarlos mediante preceptos religiosos o filosóficos.”

En el hombre, el instinto asesino se mantiene vivo indirectamente, a través de su apetito carnívoro.

Con lastimeras plegarias, suplican al Señor su ayuda compasiva o su graciosa misericordia, pero jamás piensan un instante en ellos mismos concediendo misericordia a las criaturas inocentes a las que se cría y mata para beneficio propio. Si sus plegarias al Poder Más Alto en busca de misericordia, quedan sin respuesta, que recuerden cómo ellos mismos no mostraron misericordia.

Asimismo, la intolerancia de quienes agresiva y fanáticamente se oponen a los que comen carne, fuman ó beben alcohol es, de por sí, una actitud perniciosa que los perjudica de un modo diferente, tanto como los malos hábitos perjudican a los viciosos.

Fuente:  Cuaderno de SEÑALES de FIGUEIRA