Hechos que no suelen escucharse respecto a la carne, comida anhelada para muchos.


(Por Antokondai Navarro y Altultau Carmona)

ā€œ! EstĆ”s loco!…ĀæSi no comes carne, entonces quĆ© comes?ā€. Esta es la pregunta mĆ”s frecuente que hacen las personas a los vegetarianos.

Sea por costumbre, por ignorancia de sus efectos adversos o simplemente por gusto, la carne, en cualquiera de sus formas (res, pollo, cerdo, pescado) sigue siendo el negocio mƔs seguro y rentable, en tanto que es el componente infaltable de la mesa familiar.

El primer y mĆ”s popular mito es que ā€œsin carne no se puede vivirā€. Sin embargo, lo cierto es que es precisamente la carne la responsable de gran parte de las enfermedades y muertes en el mundo.

De acuerdo al Centro de Control de Enfermedades, en Estados Unidos la mayor causa de muerte (30.3 por ciento) se produce por problemas cardƭacos ocasionados por el endurecimiento de las arterias debido bƔsicamente a las grasas saturadas que contienen las carnes y productos animales.

El gran justificativo para el consumo de carnes es la necesidad humana de proteĆ­nas y hierro, elementos encontrados en la carne. Sin embargo, cualquier tabla de alimentos deja en claro las ventajas nutricionales del consumo de granos (lentejas, frijoles, garbanzo, soya) en comparaciĆ³n al de las carnes.

Por ejemplo, una libra de garbanzo aporta la cantidad de hierro de 3 libras de carne de res. Sin embargo, la diferencia estĆ” en el estado de putrefacciĆ³n en que ya se halla la carne cuando se la consume. Una vez que las cĆ©lulas de cualquier cuerpo dejan de recibir oxĆ­geno y mueren, se activa sustancias (calaberina, putrefactina, creatina y creatinina) encargadas de acelerar la descomposiciĆ³n del cadĆ”ver. Este proceso no se puede parar ni siquiera congelando la carne a altas temperaturas y su consumo ā€“semanas, meses o aƱos despuĆ©s que el animal ha muertoā€“ produce intoxicaciĆ³n sanguĆ­nea y envejecimiento celular, causantes ambos de un sin nĆŗmero de enfermedades.

Por otro lado, el uso ā€“y abusoā€“ de la IngenierĆ­a GenĆ©tica en los Ćŗltimos 20 aƱos, ha generado la manipulaciĆ³n genĆ©tica de los espermas y Ć³vulos de los animales a fin de adquirir sementales con mayor peso y fertilidad y favorecer, asĆ­, una mayor producciĆ³n.

Con el objetivo de acelerar artificialmente el crecimiento animal y intentar su conservaciĆ³n despuĆ©s de muerto, el 99 por ciento de la producciĆ³n de carnes utiliza antibiĆ³ticos y hormonas (tetraciclina, penicilina, sulfamida, nitrofuranos, clem-buterol, BST, etc.), inyectadas en los animales desde las primeras horas de su nacimiento hasta poco antes de su comercializaciĆ³n.

Esta aceleraciĆ³n del crecimiento queda registrada en los genes del animal y se transfiere al hombre, a travĆ©s del consumo, generando la propia alteraciĆ³n hormonal humana.

Aunque para muchos el consumo de carne es propio de la naturaleza humana, lo cierto es que ni fisiolĆ³gicamente estamos diseƱados para procesar las carnes. Una primera prueba son los dientes que tenemos, aplanados como los de los animales herbĆ­voros y diferentes de los puntiagudos caninos de los animales carnĆ­voros, Ćŗtiles para desgarrar la carne.

De igual modo, el sistema digestivo de estos Ćŗltimos mide de 3 a 6 metros. Es decir que es tres veces mĆ”s corto que el humano (9 a 11 metros), lo cual permite que las toxinas de la carne en estado de putrefacciĆ³n sean eliminadas rĆ”pidamente, sin contaminar la sangre del animal carnĆ­voro (cosa que si sucede en los humanos).

Debido a los cientos de investigaciones cientĆ­ficas que han demostrado la relaciĆ³n de las carnes con enfermedades como el cĆ”ncer, arteriosclerosis y problemas cardĆ­acos y cerebrales, miles de mĆ©dicos y nutricionista s en el mundo insisten al cambio de hĆ”bitos alimenticios, eliminando o, por lo menos, reduciendo al mĆ”ximo el consumo de carnes.

Sin embargo, mĆ”s allĆ” de los problemas al nivel fĆ­sico en cuanto al consumidor, estĆ”n tambiĆ©n las afecciones al nivel psĆ­quico. Un paseo por los mataderos puede dar una idea del grado de miedo, dolor y violencia que experimentan los animales antes de morir. Estos sentimientos luego de pasar a la sangre y generar el incremento en la adrenalina, se registran en los tejidos del animal. El consumo de esta carne, sumado a los procesos como los de inyecciĆ³n de hormonas y el largo tiempo de congelaciĆ³n, explicarĆ” en gran medida los comunes problemas de inestabilidad emocional que se reflejan a travĆ©s de la depresiĆ³n y la agresividad.

SituaciĆ³n contraria ocurre con las frutas, verduras y legumbres frescas, cuyo consumo se ha asociado con personas mĆ”s equilibradas y menos violentas.

Incluso, al nivel religioso, diversos libros sagrados han condenado el consumo de carnes. Entre ellos la misma Biblia hebrea que reza: ā€œMejor es la comida de legumbres donde hay Amor, que de buey engordado donde hay odioā€ (Proverbios 15: 17).

Esto Ćŗltimo tiene relaciĆ³n con la misma vitalidad fĆ­sica y energĆ©tica de los vegetales al momento de introducirlos en la sangre, a diferencia de las cĆ©lulas muertas provenientes de las carnes responsables de alterar el electromagnetismo natural del cuerpo.

Las presiones que ejerce la millonaria industria cĆ”rnica sobre la sociedad a travĆ©s de la publicidad no son, sin embargo, los mayores obstĆ”culos para vivir mejor. Son mas bien las costumbres y los arraigados hĆ”bitos los que hacen que algunos prefieran incluso ā€œmorirā€ antes que abandonar su ingrediente favorito.

En otras partes del mundo, sin embargo, el vegetarianismo no requiere tanto sacrificio. En la India, por ejemplo, paĆ­s que representa la quinta parte de la poblaciĆ³n mundial, la mayorĆ­a de los habitantes son vegetarianos.

Sea por motivos religiosos, ecolĆ³gicos o de salud, lo cierto es que esta antigua opciĆ³n alimenticia cobra cada dĆ­a mayores seguidores a nivel mundial, al punto de que va dejando de ser una ā€œcosa de locosā€ y comienza a ser una cuestiĆ³n de vida o muerte.

(Los Maestros Antokondai Navarro y Altultao Carmona son mƩdico y nutricionista, respectivamente, provenientes del Monasterio Vegetal Sakroakuarios, en Colombia).