Ante todo es bueno saber que los antropólogos nos hablan de tres épocas muy importantes: primera, el período Paleozoico; segunda, el período Mesozoico, y tercera, el período Cenozoico. Afirman ellos en forma enfática que durante el período Paleozoico existieron sobre las aguas de la vida los primeros seres unicelulares, los microorganismos también existieron los moluscoides, los moluscos, los peces y los primeros reptiles. Esto lo afirman los antropólogos materialistas con una seguridad increíble, como si ellos hubieran estado presentes en las épocas arcaicas, como si en verdad hubieran podido ver, oler, palpar y hasta oír todo lo que en aquellas edades ocurrió.

Sin embargo, como ya he dicho en pasadas cátedras, y ahora lo repito, siempre aseveran los antropólogos del materialismo que no creen sino en lo que ven, que jamás aceptarían nada que no hayan visto con sus ojos o palpado con sus manos. Aunque tenga que reiterar muchas veces, debo decir que tal afirmación resulta completamente falsa, mentirosa. Así pues, mis queridos hermanos, ellos están creyendo en lo que nunca han visto, en lo que nunca han palpado, están afirmando en forma increíble suposiciones falsas.

¿Cuándo vieron ellos la época aquella primaria? ¿Cuándo estuvieron presentes en el período Paleozoico? ¿Acaso vivieron ellos en el período Mesozoico? ¿Acaso existieron en el período Cenozoico? Están afirmando meras suposiciones que no les constan, afirmando lo que nunca han visto, y sin embargo se creen eminentemente prácticos. Siempre una y otra vez están diciendo que no creen sino en lo que ven y nunca han visto el período Paleozoico. ¿Qué saben de ese período, de las formas de vida que existieron en aquella primera edad arcaica de nuestro mundo? Hablan también del período Mesozoico, el de los grandes reptiles antidiluvianos. Nosotros no negamos en forma exacta que jamás haya habido en el mundo reptiles. Es claro que la época de los reptiles existió, fue un hecho. Nuestra Tierra estuvo poblada por enormes reptiles y esto es innegable. Recordemos al Brontosauro o Bronsuaro, al Plesiosauro, al Pterodáctilo, etcétera.

Todos esos saurios realmente fueron gigantescos, enormes monstruos que tenían hasta una y dos cuadras de tamaño. Existieron, pero ¿les consta a los señores de la antropología materialista haber visto todos los reptiles del período Mesozoico? ¿Cómo se reproducían, cómo vivían? ¿Fueron testigos de eso?

Viene después el período aquel conocido como Cenozoico. Se dice que muchos reptiles evolucionaron hacia el estado de los mamíferos. Se asegura en forma enfática que de los primates vinieron los homínidos antecesores del Animal Intelectual equivocadamente llamado hombre. No hay duda, dicen ellos, de que de los primates nacieron los homínidos que originaron al hombre, y por otra parte la rama aquella de los grandes gorilas, chimpancés, etc. Al hablar así, prácticamente quedan con Mister Darwin.

Bien sabemos que Darwin no dice en modo alguno que el hombre descienda del mono, sólo aclara que el hombre y el mono tienen un antecesor común. Los antropólogos del materialismo dicen que ese antecesor común son los primates, que de los primates nacieron los primeros homínidos y también los grandes simios de la época antigua, del período que podríamos llamar Cenozoico. Así es como ellos arreglan sus teorías para que en alguna forma coincidan con las teorías de Darwin.

¿Pero existieron acaso esos primates? Los antropólogos del materialismo, ¿alguna vez vieron a los primeros homínidos? ¿Les consta, podrían jurar acaso que de esos homínidos nacieron, por un lado los simios gigantes y por el otro los hombres? O corrigiendo mejor lo dicho, ¿podrían ellos afirmar acaso en forma enfática que de los primates hubieran nacido los homínidos, que son los antecesores del hombre, según ellos? ¿Se atreverían a decir que también de esos primates nacieron todas las especies de gorilas y chimpancés gigantescos que pueblan y poblaron la faz de la Tierra en las épocas arcaicas? ¿Qué saben de eso los señores del materialismo?

Por otra parte Haeckel, como siempre, con sus teorías, asigna pues al humanoide actual unas diecisiete o dieciocho genealogías; éstas devienen de los marsupiales y de los mamíferos. Y lo habla Haeckel con tanta seguridad como si lo hubiera visto. Sin embargo estos señores del materialismo son los que dicen que no creen sino en lo que ven. Están diciendo lo que no han visto y creen, están creyendo, en utopismos fantasmagóricos de la mente que no tienen demostración alguna.

Los mamíferos y marsupiales y todas esas diecisiete o dieciocho genealogías de Haeckel, resultan bastante fantasmagóricas. Claro, entre ellas no descartan los antropólogos del materialismo a los famosos lemúridos con placenta, ¿dónde está la placenta de los lemúridos?

Bien saben ustedes que en los tiempos actuales también se afirma claramente que venimos de los lemúridos y no faltan por ahí ciertos seudo-sapientes de nuestros tiempos que están afirmando ahora que nuestro antecesor es el ratón.

Francamente los científicos materialistas de esta época se han dedicado a rebuznar a lo lindo. Resulta vergonzosa esa tan cacareada cultura materialista del siglo XX. Tan pronto descendemos de los lemúridos como del hermano ratón.

Bien sabemos nosotros por las tradiciones antiguas, que la raza humana estuvo formada por gigantes de la Atlántida, gigantes de la Lemuria gigantes de la época Hiperbórea y gigantes de la época Polar.

Pero para hacer aseveraciones como ésas de que venimos también del ratón, tiene que haber excesiva ignorancia, porque ni el mismísimo ratón era tan pequeño en la Atlántida como lo es ahora.

Así pues, decir que el ser humano era pequeñito y que ha ido creciendo y que es de baja estatura porque es hijo del ratón, es en el fondo espantosamente ridículo.

Vean Uds. cómo se mueven esos cínicos del materialismo. Tan pronto están diciendo que venimos de los primates, como tan pronto están afirmando otra cosa. Cuando se cansan con el hermano ratón, entonces apelan al mandril, debido a que el pobre animalito tiene las nalgas rojas. Vean Uds. ¡qué ignorantes son esos seudo- antropólogos.

Esos son los que están degenerando a la humanidad, los que le están quitando a la humanidad los Principios Eternos, los Valores Eternos del Espíritu. Esos son los que han precipitado a la humanidad por el camino de la involución y de la degeneración. Bien sabemos que cuando a la humanidad se le quitan los Valores Eternos, los Valores del Espíritu, degenera espantosamente. Esos son los que mandan a sus secuaces, a los bribones del materialismo, a enseñarles a las gentes de los campos todas esas sandeces. Esos son los que se han convertido en los instructores de la pobre gente que vive en las aldeas, en los villorrios, ésos son en verdad los que están precipitando la degeneración porque le están quitando a la humanidad los Valores Eternos.

Podríamos considerarlos como corruptores de menores, porque corrompen las pobres gentes sencillas de los campos con sus sandeces, dañan la mente de las pobres gentes. Esos son los que forman planes educacionales, dentro de los cuales se excluye todo lo que tenga sabor a espiritualidad. Pero no tienen bases serias como para pronunciarse contra las enseñanzas espirituales de la humanidad.

Aseverar tan pronto que venimos del mandril como del ratón, como de los primeros primates de la época cenozoica, pues es bastante ridículo.

Tanto en el Norte como en el Sur, en distintos lugares de la Tierra y del mundo, estos señores materialistas se ríen del padre de Manú, del cual devino toda la raza humana, como se ríen del Dhyanchohan, les parece un personaje utópico. Y sin embargo no tienen ningún inconveniente en creer en el Sosura del Sr. Haeckel, una especie de pitecoide estúpido con capacidad hablativa, mil veces más fantasmagórico y más utópico que la aseveración aquella de que venimos del Manú o del Dhyanchohan, todavía la humanidad cree en el Dhyanchohan, aunque a estos señores del materialismo les fastidie. Todavía aceptan al padre del Manú millones de personas, en el Asia creen en él, en el Hombre dijéramos Espíritu, en el Hombre prototipo, colocado en un nivel del Ser muy superior.

Si hiciéramos investigaciones retrospectivas con procedimientos muy distintos a los del Carbono-14, o a los del Potasio Argón, descubriríamos que en realidad, de verdad, los prototipos, de esta humanidad devienen de las dimensiones superiores de la Naturaleza y del Cosmos. Pero hablar así a los señores de la antropología materialista, pues es algo más que imposible porque se sienten ellos tan incómodos como los chinos cuando escuchan un concierto occidental.

Así que ha llegado la hora de analizar juiciosamente cuál es la cultura materialista que está sirviendo de base a los pueblos, a las naciones. Tenemos que buscar el origen de tanta corrupción y de tanta perversidad. No es posible que nosotros sigamos permitiendo que la humanidad sea víctima de la ignorancia, eso es absurdo en un ciento por ciento. Esas diecisiete o dieciocho genealogías del Sr. Haeckel y sus secuaces están buenas como para un Moliere y sus caricaturas.

Decir que aquellos lemúridos, pequeños animalitos, de ojos muy vivos, tuviesen placenta y se pudiesen contar entre nuestros antecesores, es absurdo porque bien sabemos que los lemúridos no tuvieron placenta jamás. Ese es un error zoológico imperdonable. Realmente Haeckel ha hecho gran daño a la humanidad, por eso alguna vez dijimos, “Que sus memorias se olviden y que no se ponga nunca su nombre en las calles” parodiando a Job el profeta.

Además, en la época de Haeckel todavía no se conocía la Embriogénesis. ¿Cómo se atreve, pues, Haeckel a hablar de lemúridos con placenta? Absurdo en un ciento por ciento.

Cuando uno analiza estas cosas, no puede menos que sentir asco por esa escuela de materialismo que está corrompiendo a la humanidad, quitándole sus Valores Eternos, precipitándola por el camino de la involución.

¿Cuál es en realidad de verdad el antecesor del hombre de la época o del período Cenozoico? ¿Y cuáles son sus descendientes? ¿Cuáles son los antecesores del hombre paleolítico y cuáles sus descendientes? ¿Cuáles son los antecesores del hombre neolítico y cuáles sus descendientes? ¿Los conoció alguna vez Mr. Darwin? ¿Los conoció Haeckel o Mr. Huxley? ¿En qué se basa la antropología materialista para hablar con tanta autoridad sobre el Homosapiens? ¿A qué época perteneció el Homosapiens, el hombre primordial?

En vano Mr. Huxley intentará buscar entre las capas subterráneas de la época cuaternaria los restos fósiles del Hombre primordial. En verdad que no los hallará jamás. Y es que el hombre es más antiguo de lo que suponen los cerdos del materialismo. El hombre del período Cenozoico existió, como el hombre del período Mesozoico y como el hombre del período Paleozoico,

Pero esto no lo aceptará nunca, jamás, el materialismo. Ellos quieren que el hombre venga estrictamente de la época cuaternaria, en modo alguno aceptan que haya existido durante el período Cenozoico. Así pues ha llegado la hora de las grandes reflexiones, de los grandes análisis. ¿Qué saben ellos de la forma como la vida se fue procesando durante las épocas primaria, secundaria, terciarla y cuaternaria? Dótese a los seres humanos de su Mónada a cada uno y verán Uds. que todo ese teatrito de Haeckel, de Mr. Darwin, de Huxley, de Marx y sus secuaces, caerá en verdad hecho polvo porque la antropología materialista es un paredón sin cimientos, basta un leve empujón para convertirla en menudo sedimento.

En mi pasada cátedra hablé aquí sobre el ombligo del Universo. Eso sí deberían estudiar los famosos antropólogos materialistas. ¿Que nuestra Tierra tenga un ombligo? ¿Por qué no? Si nosotros cuando nacemos, cuando venimos al mundo, también tenemos nuestro ombligo y así como es el Macrocosmos, también el Microcosmos tal como es arriba, es abajo.

Hablamos entonces en nuestra pasada cátedra sobre el Omeyocan, algo dijimos, sí. ¿Qué es el Omeyocan? El ombligo del Universo, sí. Un día la tierra Luna existió, tuvo mares, tuvo montañas llenas de vida, de vegetación, tuvo también sus períodos Paleozoico, Mesozoico, Cenozoico. Pero los mundos, como todo lo que es, ha sido y será, nacen, crecen, envejecen y mueren. La materia meramente física de la Luna murió. Hoy es un cadáver, como ha quedado demostrado por los astronautas que han descendido en el suelo lunar. Pero la vida en sí misma, la sustancia viva de la materia, no murió, continuó procesándose en una cuarta coordenada, en una cuarta vertical, junto con las semillas de todo lo existente.

Esa sustancia materia más tarde se procesó en una quinta coordenada, y luego en una sexta, posteriormente en una séptima. Y cuando cayó en la séptima, se sumergió entre el seno del Espacio Abstracto Absoluto. Esa sustancia homogénea, ese Mulaprakriti de los orientales, esa Tierra Primigenia o primordial, continúa existiendo. Era una semilla que no podía perderse, y ahora estaba depositada en el espacio profundo, en esa semilla la vida continuó latente. Esa semilla, he dicho y lo vuelvo a repetir hoy, es el ILIASTER de los sabios.

Durmió siete eternidades tal semilla entre el Caos, es decir, entre el Espacio profundo, para ser más claro. Pero mucho más tarde, el torbellino eléctrico, el huracán eléctrico, las tinieblas y el viento, como dice el pueblo de Anahuac, habitaron aquel mundo primigenio, aquella tierra llamada Iliaster Y entonces fue cuando el Dos funcionó con sus opuestos positivo y negativo, masculino y femenino. Así, del Iliaster surgió el Caos; por eso se habla que en el Omeyocan, el huracán, las tempestades, las tinieblas prevalecen. Se habla allí claramente de Ehecatl. Ehecatl es el dios del viento, de los huracanes, del movimiento eléctrico. El Macrocosmos volcado en el Microcosmos, todo en incesante actividad. Así el Caos, en realidad de verdad existió en el Omeyocan, fue el mismo Omeyocan, una tierra virginal, purísima, inefable que jamás aceptaría la antropología materialista, allí estaban todas las posibilidades hasta que el Fuego universal hizo fecundo aquel Caos.

Y cuando lo hizo fecundo, apareció el Limbus. Ese Limbus extraordinario dio origen a todo lo que es, ha sido y será. Desde entonces, desde el ombligo del Universo, hubo sucesivos desdoblamientos a través de varias dimensiones y el hombre meramente germinal pasó al protoplasma. Y la vida evolucionante e involucionante, a través de varias dimensiones, vino a cristalizar por último en la tierra protoplasmática.

Existió una primera manifestación en el mundo de la Mente, en la región de la Mente Cósmica o de la Inteligencia Universal. Una segunda manifestación de todo lo que es, ha sido y será en un segundo período. Y entonces como resultado apareció una tercera manifestación en una dimensión ulterior. Así pues, la vida se desenvolvió, evolucionó e involucionó en tres dimensiones extraordinarias antes de que apareciera en este mundo físico.

La vida existió primero en el estado mineral, pero una clase de minerales que hoy en día no aceptarían los antropólogos ni los geólogos materialistas; mucho más tarde se desenvolvió en estado vegetal y posteriormente en estado animal. Mas esos estados: mineral, vegetal y animal son desconocidos actualmente. Constituyen algo así como el arquetipo de estos reinos, mineral, vegetal y animal actualmente existentes.

Es obvio que antes de que la vida apareciera sobre nuestro mundo protoplasmático, había surgido de entre las especies anímales existentes una criatura muy semejante a cualquier mamífero o a cualquier simio, pero en realidad de verdad muy diferente a los simios. Cuando ese Hombre original o primigenio logró cristalizar en forma densa, pasó por una transformación de su morfología y apareció así sobre el casquete polar del norte, que otrora estuviera situado en la zona ecuatorial.

Ya en mi próxima plática hablaré sobre el movimiento de los continentes. Y entonces vamos a decirle al mundo lo que realmente es la Pangea.

Hoy sólo nos limitaremos a decir que la vida se desarrolló en otras dimensiones antes de cristalizar en el mundo físico. Hoy quiero también poner énfasis para decir que antes de que existiera realmente el animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, existió el hombre real en la primera, segunda y tercera raza.

El animal intelectual, ese que surgió en la época cuaternaria, ése no es el Hombre sino el animal intelectual, repito. En la pasada ocasión dije que los Hombres reales vivieron espléndidamente en la Lemuria, pero que algunos se degeneraron al final, y que se mezclaron con bestias, y que de esa mezcla vino a resultar la humanidad actual, el animal intelectual.

Así que ha llegado la hora de entender esas cuestiones tan delicadas, el hombre es anterior al período cuaternario, como al terciario; secundario o primario. Prueba de ello es que, a pesar de que todas las especies vivientes de los tiempos arcaicos desaparecieron, continúa existiendo ese animal intelectual llamado hombre.

Si es capaz de subsistir a pesar de tantas tormentas, a pesar de la revolución de los ejes de la Tierra, a pesar de los acontecimientos de la Pangea; Y si los animales, reptiles y de otra clase de períodos mesozoicos, etc., no fueron capaces de subsistir, esto nos está demostrando que el hombre es anterior a todos estos períodos señalados e indicados por los antropólogos materialistas.

Quiero que Uds. reflexionen profundamente en todas estas cuestiones. Dótese al pobre animal intelectual de su Mónada, que se le intenta quitar, y todo el teatrito ese de Mr. Darwin, y de los Haeckel y de los Huxley, caerá en verdad hecho polvo. Ha llegado la hora de desenmascarar realmente a la antropología materialista. Ha llegado el instante de devolverle a la humanidad los valores eternos.

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