En 1928, Wall Street construyó el llamado Plan Young, el cual requería que Alemania pagara las reparaciones de guerra en efectivo en lugar de bienes comerciales. El masón Owen D. Young trabaja para el banquero J. P. Morgan. Cuando el plan fue llevado a efecto, el resultado fue un incremento dramático en la tasa de desempleo, la cual condujo a un deterioro de la situación en Alemania durante los años 1929-33. En 1932, seis millones de alemanes estaban desempleados. La producción industrial había caído 40 por ciento desde 1929.
Cuando se le interrogó en septiembre de 1945, el magnate industrial Fritz Thyessen dijo: “La gente estaba desesperada. Hitler prometió poner fin a la situación de desempleo. El gobierno estaba débil y las condiciones para la gente estaban empeorando”. “Sidney Warburg” una vez más se reunió con Hitler poco antes de que asumiera el poder. Hitler le habló del éxito del partido. El número de miembros del Partido Nacional Socialista se había triplicado en un par de años. Hitler quería otros 100 millones de marcos, pero Wall Street ofreció un máximo de 7 millones de dólares (alrededor de 24 millones de Reichsmarks en 1933). Hitler aceptó esto y el dinero fue transferido vía bancos extranjeros. Esta información se hizo disponible mediante otras fuentes también (“Financial World History”, Zúrich, 1936). Hitler fue financiado todavía más por Paul Warburg, miembro del consejo de IG Farben (o GAF, tal como se conoció después de Pearl Harbor), la dirección de la cual se componía enteramente de gente de confianza de Rockefeller y Max Warburg, director de las casa matrix de IG Farben en Alemania.
Los documentos han sido publicados portando el nombre de Hitler cerca del de Max Warburg. Uno de estos documentos menciona a Hjalmar Schacht como jefe del banco nacional. Schacht era masón, como queda confirmado por fuentes masónicas. Él pertenecía a la Gran Logia Prusiana (Dieter A. Binder, “Die diskrete Gesellschaft: Geschichte und Symbolik der Freimaurer” / “The Discrete Society: History and Symbolism of the Freemasons”, Graz, 1988, pp. 77, 90).
En opinión de Antony Sutton, Hitler nunca podría haber llegado al poder sin las contribuciones de las grandes empresas químicas del mundo. El administrador legal de IG Farben era August von Knieriem, el tío paterno de Olof Palme, el futuro primer ministro de Suecia.
Entre 1932 y 1939 General Motors invirtió cerca de 30 millones de dólares en IG Farben. General Motors también apoyó al movimiento político de Hitler. A inicios de los años 1940s, IG Farben cooperó con 53 empresas estadunidenses. El industrial William R. Davies fue designado proveedor oficial para la Naval alemana.
La empresa económica principal realizada posteriormente por IG Farben fue el campo de concentración de Auschwitz. La inversión llegó a los 300 millones de dólares en valores de hoy día. En los juicios de Núremberg, solamente tres ejecutivos alemanes (que no era masones) fueron condenados por esclavitud, conspirar contra la humanidad y otros crímenes. Los directores estadunidenses jamás fueron mencionados. Los directores alemanes de AEG fueron igualmente enjuiciados, mientras que los estadunidenses evadieron todo juicio.
En los juicios de Núremberg fue hecho todo lo posible para evitar revelar las actividades de aquellos estadunidenses que habían financiado a Hitler.
Los capitalistas alemanes que se unieron a las actividades de las empresas estadunidenses pudieron escaper sin obstáculos. Tan solo dos financistas alemanes fueron sentenciados: Fritz Thyssen y Emil Kirdorf (póstumamente, ya que murió en 1937). La Unión Soviética trató de revelar más nombres. Los Estados Unidos se opusieron a esto, lo que condujo a la absolución del director general de AEG, Buecher. Él aseveró que, aparte de IG Farben, Siemens y AEG eran las empresas alemanas más poderosas y que estaban dirigidas por anti-Nazis convencidos. Antony Sutton estaba, no obstante, dispuesto a publicar un documento que probaba que AEG transfirió dinero a la cuenta National Treuhand (la Compañía Nacional de Inversiones) de Hitler, la cual fue usada para financiar su campaña electoral (Sutton, “Wall Street and the Rise of Hitler”, Sudbury, 1976, p. 56).
Ninguna acción fue emprendida contra el Illuminati Paul Warburg, quien financió a Hitler y era director administrativo de la estadunidense IG Farben. No era posible acusarlo con crímenes contra la humanidad. Los estadunidenses no fueron acusados, debido a presiones de Rockefeller.
Las fábricas estadunidenses en Alemania (Opel y Ford) fabricaron 90 por ciento de los camiones de tres toneladas usados por las Wehrmacht.
Desde luego que Moscú guardó silencio sobre el rol desempeñado por Wall Street, ya que los comunistas dependían de la misma fuente de financiamiento.
Jamás se señaló que los Estados Unidos fue el único país que se lucró con la Segunda Guerra Mundial. Todos los demás países perdieron dinero y acabaron con deudas enormes.
La información disponible hoy en día muestra cuán fácil Hitler obtuvo tecnología estadunidense (Charles Higham, “Trading with the Enemy”, New York, 1984).
Los banqueros contaban con la derrota alemana en una guerra potencial a gran escala y esperaban poder controlar por completo Europa después de que la guerra finalizara.
En la elección parlamentaria llevada a cabo el abril de 1932 los nacional socialistas incrementaron sus escaños de 107 a 162. El 31 de julio, otra elección parlamentaria fue realizada que dio a los Nazis 13,745,000 votos, 37% del total, otorgándoles 230 escaños en el Reichstag.
El 6 de noviembre los Nazis perdieron dos millones de votos y 34 asientos en el Reichstag. Dos días después, Hitler solicitó un encuentro con el presidente Paul von Hindenburg. Hitler demandó ser nombrado canciller. De nuevo fue rechazado. Kurt von Schleicher se convirtió en canciller de Alemania el 2 de diciembre de 1932.
En el pequeño estado libre del Lippe alemán, elecciones locales fueron programadas para el 15 de enero. Hitler aprovechó esta oportunidad para crear una buena impresión. Los nazis hicieron una fuerte campaña electoral y recibieron un pequeño incremento en votos por encima del total de la elección anterior. Pero usaron sus propios periódicos de amplia circulación para exagerar la importancia del voto y para aseverar que los Nazis eran la tendencia del futuro. Funcionó bien e incluso impresionaron al presidente Hindenburg.
El domingo 22 de enero de 1933, una reunión secreta se realizó en la casa de Joachim von Ribbentrop. Contó con la presencia de von Papen, el hijo de Hindenburg, Oskar, junto con Hitler y Goring. Hitler acaparó a Oskar y lo llevó a una habitación privada y habló con él por una hora para convencerlo de que los Nazis tenían ser llevados al gobierno bajo sus términos. Oskar salió del encuentro convencido de que era inevitable. Franz von Papen luego juró lealtad a Hitler.
El 28 de enero, Schleicher fue a ver Hindenburg y le solicitó una vez más que disolviera el Reichstag. Hindenburg dijo que no. Schleicher renunció. El 29, un falso rumor circuló que Schleicher estaba por arrestar a Hindenburg e imponer un golpe militar al gobierno. Cuando Hindenburg se enteró de esto, acabó con su vacilación.
El masón Paul von Hindenburg decidió designar a otro masón, Adolf Hitler como el nuevo canciller de Alemania.
Alrededor del mediodía del 30 de enero de 1933, un nuevo capítulo de la historia alemana comenzó con un Adolf Hitler con sus ojos llorosos emergiendo del palacio presidencial como canciller de Alemania. Rodeado de admiradores, se metió en su carro y fue conducido por la calle repleta con ciudadanos entusiastas.
Hitler exclamó: “¡Lo logramos!¡Lo logramos!” El mago Franz Bardon (alias Frabato, 1909-1958) obtuvo un alto puesto en el gobierno (Franz Bardon, “Frabato”, Wuppertal, 1979).
Según Bardon, Hitler pertenecía a Der Freimaurerischer Orden der Goldene Centurie en Dresden, por lo general conocido como Logia 99. Todas las 99 logias de esta orden tenían 99 miembros. Cada logia adoraba a un demonio terrible. El demonio ayuda a los miembros a ganar dinero y poder.
Los miembros de las 99 logias son también industriales y banqueros.
Que Hitler realmente fuera un masón de alto nivel, es confirmado por Norman MacKenzie en su libro “Secret Societies” (New York, 1967). También fue confirmado desde Moscú, donde todos los documentos refiriéndose al tema fueron conservados.
En 1933, el masón Rudolf von Sebottendorf publicó un libro llamado “The Magicians”. Él ya no deseaba permanecer tras bastidores en el Partido Nacional Socialista. El libro fue de inmediato prohibido y se emitieron órdenes para su destrucción. Tan solo unas cuantas copias fueron salvadas, una de las cuales todavía está en Moscú. De acuerdo a este libro, Hitler logró el grado de maestro de la Germanenorder en 1932.
En video y fotos, Hitler ha sido presentado mostrando las señales esenciales: brazos cruzados sobre el pecho. Esta es la señal del gran maestro, el símbolo del poder (Yuri Vorobyov, “The Road to Apocalypse: A Step of the Serpent” (Moscú, 1999, p. 94). Un modelo para esta señal secreta masónica es la imagen de Osiris, presentado con sus brazos cruzados sobre su pecho, sus manos sosteniendo la serpiente y el látigo. Estos atributos simbolizaban orden y castigo.
El 30 de enero de 1933, Wall Street logró que su candidato fuera designado líder de Alemania. El 27 de febrero de 1933, hubo un incendio en el edificio del Reichstag. Después de la guerra, los historiadores falsificadores culparon por esto a los Nazis. Ahora se ha esclarecido que el incendio no fue iniciado por los Nazis bajo el liderazgo de Goring. Realmente fue iniciado por el comunista Marinus van der Lubbe a solas. En 1962, el historiador británico Fritz Tobias publicó una investigación detallada mostrando que la evidencia previamente presentada como prueba del involucramiento nazi era falsa.
La investigación de los registros policiales reveló que van der Lubbe estaba bien al tanto de las implicaciones políticas de sus acciones. Edward Calic, el secretario de la misión investigadora, había producido una cantidad de documentos falsos, los cuales fueron usados como base para un reporte falso. Los nazis aprovecharon la oportunidad para prohibir todas las organizaciones comunistas.
Después de la elección en noviembre de 1932, las arcas del partido fueron vaciadas, pero de pronto el dinero vino de nuevo. Tras las nuevas elecciones el 5 de marzo de 1933, Hitler y los nacionalistas alemanes recibieron una mayoría de 16 votos en el parlamento, lo les permitió llevar a cabo sus planes. Desde el 23 de marzo, Hitler se convirtió en dictador de Alemania. Él ya no necesitaba consultar al parlamento. Su poder era ilimitado.
La revolución nacional socialista podía comenzar.
Durante 1933 los nazis prohibieron todas las canciones anti-judías, incluyendo la canción de las camisas café “Cuando la sangre judía escurre del cuchillo”.
En octubre de 1933, Hitler disolvió el parlamento.
Hitler deseaba eliminar las deudas de los agricultores por 12 mil millones de marcos y bajar la tasa de interés a dos por ciento. Las tasas de interés alcanzaban hasta el 14 por ciento del ingreso total de los agricultores y se añadían a lo que era aproximadamente el mismo monto en impuestos y seguridad social.
El propósito de Hitler era abolir por completo los intereses de los préstamos para los agricultores y eximirlos de los impuestos también. Pero, masones prominentes, liderados por Warburg, prohibieron a Hitler que aboliera los impuestos y los intereses.
Hitler se las arregló, de todas formas, para reducir la tasa de interés hasta el 6 por ciento. Él deseaba más adelante introducir un sistema que limitaría la posibilidad de oprimir a la sociedad por medio de la especulación del capital, pero aquellos que le habían ayudado a llegar al poder desaprobaron su idea. Abraham Lincoln fue después de todo asesinado por tratar de abolir las tasas de interés.
Hitler creó trabajo para los seis millones de desempleados. Desde febrero de 1933 hasta la primavera de 1937 el número de desempleados se redujo de seis millones a menos de un millón. Eventualmente, no había desempleo.
Los nazis introdujeron el concepto de “libro de trabajo”, el cual en su origen procedía de la Unión Soviética. Ningún trabajar alemán podía estar desempleado sin su libro de trabajo. El mismo sistema fue usado después en Suecia y en muchos países hasta la década de 1960.
El Producto Interno Bruto se duplicó de 1932 a 1937. Carreteras se construyeron por el paisaje de formas tales que no dañaran la naturaleza, aunque esto incrementara los costos. Todo trabajador alemán debía tener un carro económico y Hitler mismo asistió en el diseño de una adecuado – el Volkswagen (el carro del pueblo). La economía exitosa estaba dirigida por el director del banco nacional, Hjalmar Schacht quien de acuerdo al funcionario del SS Hans Werner Woltersdorf era un masón.
IG Farben, junto con otras empresas importantes, necesitaban mejorar y sus necesidades fueron satisfechas.
En 1933, el gobierno de los Estados Unidos considero el tiempo ya maduro para reconocer a la Unión Soviética. Muchas empresas estadunidenses (Electric Boat Company, Ford Company, Seversky Air-Craft Corporation, General Electric y otras) ayudaron a construir el falso frente soviético y muchos financistas, tales como Kuhn, Loeb & Co., Morgan, Rockefeller, the Warburgs, Douglas Dillon (realmente llamado Lapowitz), Cyrus Eaton y David Kendall, también invirtieron enormes sumas en el comunismo (Antony Sutton, “Wall Street and the Bolshevik Revolution”, Morley, 1981). El 2 de agosto de 1934, el presidente alemán Paul von Hinderburg murió. Hitler jamás reveló que el legado político de Hindenburg incluía un deseo de reintroducir la monarquía. Esto estaba fuera de cuestión para Hitler y los masones que lo llevaron al poder.
Cualquier extranjero, sin importar cuán anti-nazi fuera, podía visitar Alemania y ver y observar cualquier cosa que deseara ver, con la excepción de los campos de concentración y los sitios militares (como sucede en todos los países). Ningún anti-comunista se le permitió visitar la Unión Soviética y ningún extranjero se le permitió la vida cotidiana soviética. Todos, excepto algunos cuantos ciudadanos alemanes en lista negra, podían viajar al exterior. Este no era el caso con los ciudadanos soviéticos. Solamente a unos cuantos podía otorgárseles permiso de viajar al exterior.
El alto nivel de prosperidad fue posible dado que en 1934, Alemania abandonó el patrón oro internacional y comenzó a emitir dinero de acuerdo a sus propias necesidades, con una moneda basada en el valor de la producción.
Durante los años de 1923-1929, la economía estadunidense tenía un alto nivel de crecimiento. Esta tendencia tenía que ser revisada, de acuerdo a Gary Allen y Antony Sutton. El 24 de octubre de 1929, un día que se volvió notorio como el Martes Negro (Black Tuesday), un colapso en el mercado de valores fue concertado en Wall Street. Como consecuencia, quedaron 13.2 millones de desempleados en los Estados Unidos en 1932 y índice de producción cayó de 129 a 57 (100 habiendo sido establecido para el año 1930).
Esta crisis económica terrible, la cual fue arreglada por los bancos, tuvo repercusiones mundiales. El propósito de los grupos de poder criminal es el de controlar la economía mundial. Hoy en día, esto se logra a través del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, cuyas intenciones son criminales, sin importar la propaganda oficial engañosa.
El Black Tuesday de octubre de 1929 fue un factor que contribuyó a la elección de Franklin Delano Roosevelt, quien prometió toda suerte de reformas. Roosevelt había cooperado con Owen D. Young, cuyo supuesto Plan Young llevó a Hitler al poder en Alemania. Los banqueros principales habían reducido la cantidad de dinero en circulación y el volumen de intercambio comercial, al aumentar la tasa de interés (la tasa mínima para préstamos), pero prestaron poca atención a las necesidades financieras de la industria. La movida económica provocó una depresión, la cual en 1934 alcanzó su peor nivel en 100 años en el mundo occidental.
Gracias a las políticas económicas de Hjalmar Schachts, no obstante, la economía alemana comenzó a llegar a la prosperidad. Eventualmente esto incluso llevó a una escasez de mano de obra. La tasa de mortalidad infantil era menor que la de Gran Bretaña. El sistema de Seguridad Social fue desarrollado con más eficiencia. Hitler ordenó el uso de los recursos energéticos naturales tales como el viento y el agua. El combustible del futuro era el hidrógeno. La Hitlerjugend perseguía un culto a la naturaleza.
En Alemania en la década de 1930, grandes números de agricultores estaban produciendo metano a partir de estiércol, usando el gas para impulsar tractores y cosechadoras, ya que el costo del combustible ordinario había subido demasiado (Bjorn Gillberg and Arthur R. Tamplin, “Murder by Government Consent: How Environmental Policy Shortens Our Lives” / “Mord med statligt tillstand. Hur miljopolitiken forkortar vara liv”, Helsingborg, 1988, p. 120).
El nacional-socialismo resultó ser superior al sistema democrático. Hitler pudo resolver los problemas económicos y sociales contra los cuales los países democráticos se hallaban luchando. La gente estaba feliz con el sistema de economía de mercado con dirección centralizada, aunque los derechos humanos no era muy bien respetados por las autoridades.
Las políticas de Hitler respecto aloro, el crédito y el interés fueron un severo revés para el sistema económico europeo. Los líderes de la bolsa de Londres, quienes para variar eran masones, veían este estado de las cosas como una amenaza para sus esfuerzos para controlar el comercio nacional así como el internacional. Exigieron que Alemania volviera a la esclavitud bajo las tasas de interés y amenazaron con destruir el país mediante la guerra a menos que la demanda fuera satisfecha. Negociaciones secretas fueron llevadas a cabo entre Londres y Berlín por varios años. En agosto de 1933, Samuel Untermeyer, presidente de la Organización Sionista Mundial, amenazaron con destruir a Alemania, si continuaba con sus innovadoras políticas económicas. Este había sido el hombre que anteriormente había dirigido el saqueo del imperio financiero Kreuger, el cual había salvado a varios países al brindar préstamos a bajo interés. Untermeyer consideraba a los judíos para ser los aristócratas del mundo.
El gobierno masónico de Polonia comenzó una persecución amplia de alemanas que vivían ahí. Entre marzo y septiembre de 1939, las autoridades polacas internaron a más de 50,000 almenes, muchos de los cuales murieron en los campos de concentración. El mariscal polaco Edward Rudz-Smigly anunció en el verano de 1939: “Polonia desea una guerra contra Alemania”. Miles de alemanes fueron masacrados por los polacos luego de la agitación promovida por el gobierno. De estos, 12857 podrían identificarse más tarde (“Die Polnischen Greueltaten an den Volksdeutschen in Polen”, “Polish Atrocities against Ethnic Germans in Poland”, Berlín, 1940).
Esto fue confirmado por el historiador de Alemania oriental Theodor Bierschenk en 1954, basado en documentos polacos. De acuerdo al escritor demócrata Otto Heike of Lodz, hubo al menos 15,000 víctimas. Alemania fue el único país que protestó, los documentos para probar esto todavía están ahí.
Los masones comprendían que Alemania no aceptaría esto de forma indefinida, pero tendría que actuar. Hitler pretendió eventualmente actuar a fin de poner alto al terrorismo y a las matanzas.
Uno podría bien preguntarse por qué el gobierno alemán esperó tanto. La respuesta es simple. Polonia estaba planificando un ataque relámpago con 700,000 tropas sobre Berlín. Varsovia tan solo estaba esperando la señal de adelante por parte de Londres. El equipo militar polaco era básicamente moderno, pero de acuerdo al mito, Polonia solamente contaba con para reunir la caballería. Alemania no podía esperar más tiempo. Hitler usó a Stalin como aliado mediante el pacto de no agresión del 23 de agosto de 1939. El 1 de septiembre de 1939, Hitler atacó, a pesar del hecho de que Alemania carecía de una economía de guerra en esta época, como incluso el historiador Paul Johnson admite (“Modern Times”, New York, 1983).
De acuerdo con el tratado secreto con los Nazis, la Unión Soviética aprovechó la oportunidad para ocupar el 17 de septiembre a Bielorrusia y partes ucranianas de Polonia. En los 21 meses de dominio soviético antes del ataque alemán del 22 de junio de 1941, hasta 750000 personas pertenecientes a estas minorías étnicas fueron asesinadas. 1,250,000 de los que eran ciudadanos polacos (entre ellos judíos no comunistas), fueron deportados a Siberia y al Asia central en febrero de 1940. Los niños pequeños, la gente anciana y enferma murieron por el frío, el cual alcanzó los menos 30-40 grados Celsius. Las vías férreas hacia el oriente estaban apiladas con cadáveres congelados. Una nueva ola de deportaciones mató a sus víctimas de sed. Casi la mitad murió en los vagones sellados de tren durante el transporte. De los sobrevivientes, 120000 se les permitió salir de la Unión Soviética en 1942 en conexión con el establecimiento del ejército polaco bajo el General Wladyslaw Anders. En junio de 1941, hasta 100,000 polacos fueron abatidos a tiros por el NKVD, la policía secreta soviética (Jan T. Gross, “Revolution from Abroad: The Soviet Conquest of Poland’s Western Ukraine and Western Byelorussia”, Princeton University Press, 1988). En comparación a lo comentado hasta aquí, los nazis lucen como pequeños hooligans.
El Dr. Burton Klein publicó un libro “Germany’s Economic Preparation for War” (Cambridge, 1959), donde él rechazaba la acusación común de que Alemania tenía una economía militar enteramente orientada a la guerra: “Francia e Inglaterra cada una gasta mucho más en armamento y juntas su gasto en armamento era mucho mayor”. El historiador A. J. P. Taylor en 1961 también señaló la responsabilidad británica por el avance.
En su reporte final para el presidente Franklin D. Roosevelt, el general George C. Marshall destacó que Hitler no estaba de ninguna manera preparado para una guerra prolongada, mucho menos para una guerra para conquistar el mundo. De hecho, no estaba incluso preparado para una guerra contra Inglaterra y Francia, ni que decir contra la Unión Soviética. Esto fue confirmado por un líder experto en preparación económica militar, el coronel A. G. Texley, en un artículo en Quartermaster Review, junio de 1948.
El prominente historiador estadunidense, el professor David Leslie Hoggan, muestra en su obra “The Forced War: The Origins and Instigators of the Second World War” (“Der erzwungene Krieg: Die Ursachen und Urheber des zweiten Weltkrieges”, San Francisco 1961) que Hitler nunca deseó hacer una guerra en 1939 y que sus pretensiones sobre Polonia era más modestas de lo que muchas publicaciones estadunidenses y británicas han mostrado.
Hitler había solicitado una carretera a través del corredor polaco y la devolución de la ciudad alemana de Danzig. Para marzo de 1939, Polonia se negó a negociar. El embajador británico Kennard (un masón) puso presión sobre los polacos para no negociar en agosto de 1939.
Primero publicado en Alemania en 1961, el libro de Hoggan estaba basado en su disertación. Él describía que a los británicos y a los polacos como los agresores y que Alemania era la víctima. El libro de Hoggan además aseveraba que las políticas alemanas sobre los judíos eran benignas, o al menos más indulgentes que las políticas de Polonia.
El profesor Hoggan declara: “La responsabilidad última por el brote de la guerra germano-polaca radica en Polonia e Inglaterra, aparte la responsabilidad por extender la guerra por toda Europa radica principalmente en Inglaterra”. Hoggan ganó su doctorado en historia en la Universidad de Harvard en 1948 y ocupó varios cargos académicos de enseñanza importantes.
En lugar de ayudar a Alemania, Gran Bretaña le declaró la guerra a las 11 a.m. el 3 de septiembre. Francia estaba vacilante al principio pero seis horas después hizo lo mismo. Estas eran naciones que habían prometido a Polonia su “ayuda”, en caso de que Alemania se atreviera a defender a las etnias Alemanas residentes en Polonia.
Polonia llevó su campaña terrorista contra todo lo alemán incluso después de la guerra. Después del 1 de septiembre de 1939, ni Inglaterra ni Francia estaban interesadas en Polonia. Por varios días se negaron a ver al agregado militar polaco, quien estaba solicitando asistencia militar. Los aliados no tenían tiempo para Polonia.
No fue sino hasta el 9 de septiembre que los funcionarios del ejército británico accedieron a reunirse con la delegación polaca en Londres. Incluso entonces, el jefe del Estado Mayor británico, William Edmund Ironside, fue incapaz de prometer cualquier envío de armas a Polonia. Simplemente no existían planes para ayudar a Polonia. Se alegó que Gran Bretaña ya había bombardeado Alemania y que 44 aeronaves habían llegado a Rumania para los polacos. Esto fue una mentira descarada de un “aliado”. (Mikhail Meltiukhov, “Stalin’s Lost Opportunity”, Moscú, 2000, p. 102). Todo lo que Inglaterra había hecho fue bombandear las ciudades alemanas de Wilhelmshaven y Cuxhaven el 5 de septiembre.
El Consejo Judío Mundial declaró la guerra a Alemania el 5 de septiembre de 1939. Los nazis vieron esta acción como la base legal para encarcelar a todos los judíos que en apariencia fueran hostiles. A principios de junio de 1934 el judío Emil Ludvig había declarado: “Hitler no quiere la guerra, pero será obligado a hacerla”. (Les Annales) Cuando Hitler atacó a Polonia el 1 de septiembre, Alemania no tenía más que 2980 tanques. De acuerdo al historiador David Irving, Hitler era un excelente estratega, mucho mejor que sus generales (“Hitler’s War”, Londres, 1977). Fue él quien planifico la operación blitzkrieg (relámpago) contra Francia, la cual comenzó el 10 de mayo de 1940.
Después de dos semanas de luchar en Polonia, los tanques alemanes se estaban quedando sin combustible y los bombarderos sin bombas. Si la Unión Soviética no hubiera atacado el 17 de septiembre con el propósito de destruir Polonia, Alemania habría sido derrotada (Viktor Suvorov, “Suicide”, Moscú, 2000, p. 314).
El historiador militar Basil Henry Liddell Hart se refiere al intercambio de telegramas que tuvo lugar entre los ministros del exterior alemán y británico entre 1939-1940. El teniente coronel J. Creagh Scott habló del mismo intercambio del 11 de agosto de 1947 en el Chelsea Town Hall en Londres (Tomorrow on 6 November 1947).
Creagh Scott relató: “Durante todo el período de la guerra de telegramas, entre 1939-1940, extensas negociaciones tuvieron lugar entre los ministros del exterior alemán y británico, en las cuales los británicos sugerían cancelar la guerra si Alemania volvía a emplear el patrón de oro y reintroducía las tasas de interés.” J. Creagh Scott saca a la luz a las insidiosas fuerzas masónicas que dirigían detrás de escenas. (“Hidden Government”, Londres, 1954). Alrededor del mundo, la gente no era capaz de comprender por qué ninguna pelea tuvo lugar en el frente occidental entre 1939-1940. El público no sabía nada de las negociaciones.
El banquero judío Montagu Norman, un vocero de los financieros ingleses, no tenía interés en el destino de Polonia o de otras naciones pequeñas, si Alemania no regresaba al patrón oro. La respuesta de Alemania fue negativa. Montagu Norman era en esta época el presidente del Banco de Inglaterra, el cual estaba controlado por los Rothschilds.
Winston Churchill aseguró a Norman que el patrón oro sería reinstaurado en Alemania. Esta era la razón detrás de la destrucción de Alemania y la masacre de 55 millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial.
Montagu Norman y Hjalmar Schacht se reunieron en secreto en octubre de 1935 en Badenweiler, Schwarzwald, para acordar préstamos para Hitler. Norman era en efecto un recadero para los Rothschilds (Eustace Mullins, “The World Order: Our Secret Rulers”, Staunton, 1992).
La Segunda Guerra Mundial fue iniciada para la élite financiera para poder controlar la economía, para dividir al mundo entre comunistas y capitalistas y para facilitar la introducción eventual de un gobierno mundial.
La Unión Soviética estuvo de acuerdo con los planes. Christian Rakovsky, el emisario soviético en Paris y el nexo entre la élite soviética y las altas finanzas, cuando fue cuestionado por el funcionario del GPU, Gabriel Kuzmin, en Moscú el 26 de enero de 1938, enfatizó que él había tenido acceso a la información no porque él fuera un masón, sino porque era un vocero para los financieros.
En 1919, Lenin lo había puesto a cargo del gobierno soviético de Ucrania. Él mantuvo con éxito el área para los bolcheviques durante la Guerra Civil. Stalin lo designó embajador en París en 1925. Rakovsky pertenecía a la poderosa facción Trotskista que seguía órdenes de los Rothschilds. Muchos miembros de este grupo fueron asesinados en la purga del Partido Comunista de Stalin en 1937.
De acuerdo a Rakovsky: “Hitler, este hombre sin educación y elemental, ha restaurado gracias a su intuición natural e incluso contra la opinión técnica de Schacht, un sistema económico de un clase muy peligrosa”. Los comunistas habían hablado apenas de abolir la explotación económica, mientras que Hitler lo había llevado a la práctica. Rakovsky acusó a Hitler de haber eliminado “las finanzas privadas e internacionales”. En su opinión “algo tan completamente contrarrevolucionario que, como ya ven, él ha eliminado radicalmente, por medio de la magia, por decirlo así, el desempleo entre los más de siete millones de técnicos y trabajadores”.
Él enfatizó: “Si Hitler logró esto a pesar de todos los economistas burgueses que lo rodean, entonces él era bastante capaz, en ausencia del peligro de guerra, de aplicar su sistema también a la producción en tiempos de paz… Solamente existe una solución – la guerra”. Rakovsky sugirió un ataque desde el oriente hacia el occidente, eso es un acto de guerra soviético planificado contra la Alemania nazi. Esta movida beneficiaría a la élite financiera internacional y al liderazgo masónico.
Hitler los había decepcionado después de todo y tenía que ser abusado y destruido mediante una guerra en dos frentes.
Rakovsky se preguntaba: “¿Qué fuerza puede conducir a Europa hacia el suicidio completo? Sólo una fuerza es capaz de lograr esto: el dinero. El dinero es poder y el único poder”. Toda la información concerniente a Rakovsky está tomada de la publicación de Bruno Schubert “Free-Economy Association” (Huntington, 1972).
Los protocolos de interrogación de Rakovsky fueron robados de la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial por el físico del NKVD Josef Landovsky y publicados bajo el título “Sinfonía en Rojo Mayor” (“Symphony in Red Major”) en España en 1950. La transcripción completa fue publicada en inglés en 1968 bajo el título “The Red Symphony: XRay of Revolution”.
La transcripción de 50 páginas de su interrogación no estaba planificada para que se hiciera pública. Esto confirma que los Illuminati de los Rothschild planificaban utilizar al comunismo para establecer una dictadura mundial de los súper ricos.
El hecho de que Gran Bretaña no se preocupara por Polonia está confirmado por la suerte del general Wladyslaw Sikorski. Él había volado a Londres y se convirtió en presidente del gobierno polaco en el exilio. Cuando los alemanes descubrieron la masacre de oficiales polacos en el bosque de Katyn en abril de 1940, Sikorski pretendió condenar públicamente esta masacre. Los británicos esperaban que se mantuviera quieto, pero como no lo hizo, solamente había una opción – deshacerse de Sikorski. El 4 de julio de 1943, durante un vuelo al ejército polaco del general Anders en Alejandría, Egipto, el piloto saltó en paracaídas sobre Gibraltar y el avió se estrelló. Sikorski quedó fuera del camino.
Depués de conquistar Polonia, von Ribbentrop de nuevo fue a Moscú el 27 de septiembre de 1939, donde se reunió con Stalin. Un pacto fue firmado en relación a las fronteras comunes y a la amistad entre Alemania y la Unión Soviética.
El 28 de septiembre, Alemania y la Unión Soviética emitieron una declaración común explicando que los dos países habían “resuelto” la cuestión de la desintegración de Polonia, urgiendo a Inglaterra y a Francia a que hicieran las paces con Hitler. Gran Bretaña y Francia fueron advertidas de que a menos que accedieran al acuerdo de paz, serían tenidas como responsables por la guerra.
Stalin, quien era un tirano cruel, sin embargo en ocasiones decía la verdad cuando se adecuaba a sus propósitos. En Pravda el 29 de noviembre de 1939, él declaró: “No fue Alemania la que atacó a Francia y Gran Bretaña, fue Francia y Gran Bretaña las que atacaron a Alemania y son las responsables de la guerra”. En noviembre de 1939, el Comintern organizó un movimiento por la paz con el propósito de poner un fin rápido a la “injusta guerra ladrona imperialista”. El 9 de octubre Izvestiya había reportado librar la guerra para aplastar el Hitlerismo era una locura política y criminal. En Moscú, Walter Ulbricht condenó la actitud anti-Hitler de las potencias occidentales.
El verano de 1940, Gran Bretaña estaba al borde de la bancarrota y era incapaz de librar la guerra. Pero, Londres estaba a la espera de ayuda por parte de Wall Street.
muy buen libro