Desde sus inicios a fines de los años 60, la Teología de la Liberación adoptó una perspectiva global, enfocada en la condición de los pobres y oprimidos del mundo entero, víctimas de un sistema que vive de la explotación del trabajo y de la degradación de la naturaleza, sistema llamado capitalista creado y sostenido por el sionismo judío y sus instrumentos de dominio mundiales.
Este sistema explota a las clases trabajadoras y a las naciones más débiles y además reprime a los que oprimen, en una palabra la humanidad debe ser liberada de un sistema inhumano que perdura desde al menos tres siglos y ha sido impuesto por la fuerza, por los judíos aliados a las burguesías poderosas en todo el mundo.
La Teologia de la Liberación es la primera teología moderna que ha asumido ese objetivo global: pensar el destino de la humanidad desde la condición de las víctimas de ese sistema perverso imperante e impuesto por el sionismo con violencia en el mundo.
En consecuencia su primera opción es comprometerse con los pobres, la vida y la libertad para todos.
Surgió en la periferia de las iglesias centrales, no en los centros metropolitanos del pensamiento consagrado. Por ese origen ha sido siempre considerada como enemiga por los teólogos académicos y principalmente por las burocracias eclesiásticas y la de la Iglesia más importante la romano católica aliada por supuesto al sionismo judío, y otras religiones aliadas a la bestia, como evangélicos y la multitud de iglesias o calabozos espirituales que se ha inventado y puesto en práctica el sionismo judío en el mundo.
De su cuna en Latinoamérica la Teologia de la Liberación pasó a Africa, se extendió a Asia y también a sectores del primer mundo identificados con los derechos humanos y la solidaridad a los desposeídos.
La pobreza entendida como opresión revela muchos rostros: el de los indígenas que desde su sabiduría ancestral concibieron una fecunda teología de la liberación indígena, la teología negra de la liberación que resiente las marcas dolorosas dejadas en las naciones que fueron esclavistas, el de las mujeres sometidas desde la era neolítica a la dominación patriarcal, la de los obreros utilizados como combustible de la maquinaria productiva. A cada opresión concreta corresponde una liberación concreta.
La cuestión teológica de base que hasta ahora no acabamos de responder es :¿ Cómo anunciar creíblemente un Dios, que es un Padre bondadoso en un mundo atestado con un 80% de miserables?.
Solo tiene sentido si implica la transformación de ese mundo, de manera que los miserables dejen de gritar, de sufrir, dándoles más bienestar y riqueza. Para que un cambio semejante tenga lugar, ellos mismos, los miserables tienen que tomar conciencia, organizarse y comenzar una práctica política de liberación y transformación social y eso no se consigue sin luchar contra los poderosos.
Como la gran mayoría de los pobres en nuestros países eran católicos, se trata de hacer de la fé un factor de liberación. Las Iglesias que se sienten herederas de Jesús que fué un pobre y que no murió de viejo sino en la cruz como consecuencia de su compromiso con Dios y con su justicia, serían las aliadas naturales de éste movimiento de cristianos pobres.
Este apoyo se ha verificado en muchas iglesias en las que ha habido obispos y cardenales proféticos como Helder Cámara y Paulo Evaristo Arns en Brasil, Arnulfo Romero en El Salvador y muchos otros así como numerosos sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos políticamente.
En razón de su causa universal ya a inicios de los años 70, la Teología de la Liberación era un movimiento internacional y convocaba verdaderos foros teológicos mundiales.
Se estableció un consejo editorial integrado por más de cien teólogos latinoamericanos para compilar una sistematización teológica desde la perspectiva de la liberación y la consiguiente lucha de las clases pobres para lograrla.
Se compilaron 53 tomos y ya se habían publicado 13, cuando el Vaticano intervino para hacer abortar el proyecto.
El entonces cardenal Joseph Ratzinger fue riguroso y cortó de raíz un trabajo promisorio y benéfico para todas las iglesias periféricas y especialmente para los pobres. Pasará a la historia como el Cardenal y ahora Papa, enemigo de la inteligencia de los pobres y de los pobres.
La Teología de la Liberación creó una cultura política, ayudó a formar organizaciones sociales como el Movimiento de los Sin Tierras, La Pastoral Indígena, El Movimiento Negro y fué importante en la creación del Partido de los Trabajadores en Brasil, cuyo líder el presidente Lula, siempre se reconoció en la Teología de la Liberación.
Hoy dia ésta teología ha trascendido los límites confesionales de las Iglesias y se ha convertido en una fuerza político social. Además de Lula se identifican públicamente con la Teología de la Liberación el presidente Rafael Correa del Ecuador, el presidente de Paraguay y ex obispo Fernando Lugo, el presidente Daniel Ortega de Nicaragua, el presidente Hugo Chavez de Venezuela y el actual presidente de la Asamblea de las naciones Unidas, el sacerdote nicaragüense Miguel D´Escoto.
Su fuerza mayor no reside en las cátedras de los teólogos sino en las innumerables comunidades eclesiásticas de base, (solo en Brasil existen cerca de cien mil).
En éstas comunidades se lee la Biblia, en el contexto de la opresión social y económica, y se elaboran las pastorales sociales, y se concientiza al pueblo, sobre las injusticias del sistema capitalista sionista, sobre la lucha de clases , etc.
Roma y el sionismo luchan por acabar con éstas comunidades y han asesinado millares de pastores de izquierda y religiosos de izquierda de ellas, como por ej en El Salvador asesinaron al obispo Arnulfo Romero.
Extraído de: “La Guerra Final Año 2012” – por Emiliano Zapata