El encuentro entre Hitler y “Sidney Warburg” tuvo lugar en Múnich en junio de 1929 y fue concertado por el alcalde de Múnich, Deutzberg.
Hitler solicitaba 100 millones de marcos (24 millones de dólares) de parte de los estadunidenses. El 25 de octubre de 1929, otro encuentro fue concertado, el cual incluyó a los banqueros principales y representantes de grandes trusts. Entre los participantes estaban Henry Deterding, director de Royal Dutch-Shell y masón de alto rango. Georg Bell, uno de los líderes de SA, era su agente dentro del movimiento nazi.
El SA (Sturmabteilung) estaba compuesto por los infames miembros de las camisas pardas.
El símbolo del SA consistía de grandes estrellas de cinco puntas. Los banqueros de Nueva York vieron la cantidad solicitada por Hitler como demasiado grande y le dieron a penas 10 millones de dólares. Este dinero fue transferido al Mendelsohn’s Bank en Amsterdam, controlado por los hermanos Warburg, quienes eran masones de alto rango e Illuminati. Fueron parte del imperio financiero Rothschild. Diez de los líderes nazi principales tenían derecho de retirar el dinero por cheque en diez ciudades alemanas diferentes.
En una etapa posterior, el banco Schroder de Frankfurt am Main también tomó parte. El barón Kurt Schroder era el banquero personal de Hitler y SSGruppenfiihrer (equivalente a teniente general del ejército). Desde 1938, el banco Schroder representaba los intereses financieros de los nazis en Gran Bretaña. En los Estados Unidos, Schroder y Rockefeller fusionaron algunos de sus intereses empresariales. Avery Rockefeller, hijo de Percy Rockefeller, era vicepresidente del Schroder Banking Corporation of New York (Antony Sutton, “Wall Street and the Rise of Hitler”, Sudbury, 1976, p. 81).
Henry Deterding prometió enviar 500,000 libras a Hitler, quien además recibiría 20 por ciento de la ganancia en Alemania hecha por la subsidiaria de Shell en Rhenania-Ossag. De acuerdo al historiador Oswald Dutch, Deterding y Yahudi Samuel (Royal Dutch Shell) dieron a Hitler 30 millones de libras en 1931.
Incluso el falsificador de la historia, William L. Shirer, declaró que Hitler había sido liberado de sus deudas en 1929 (“The Rise and Fall of the Third Reich”). De pronto, él tenía bastante dinero, un carro con chofer, una villa en Ober-Salzburg y un apartamento de lujo en el Printzregentstrasse en Múnich. De acuerdo a Shirer, nunca se ha establecido cuánto dinero los banqueros y magnates industriales alemanes aportaron al Partido Nacional Socialista antes de enero de 1933. Las cifras son conocidas, no obstante, así como son conocidas las contribuciones financieras de los masones estadunidenses. Pero, la información es en extremo desagradable para estas cifras oscuras.
Poco después del acuerdo entre Hitler y los banqueros internacionales, el titán de la prensa estadunidense, William Randolph Hearst (1863-1951) comenzó a mostrar gran interés en el Partido Nazi y en su líder Adolf Hitler. Incluso el New York Times daba cobertura a los discursos de Hitler. La revista de la universidad de Harvard publicó un extenso estudio sobre el nazismo.
El magnate de la prensa británico, Harold Sidney Rothermere (1868-1940) unió su voz a la de los propagandistas nazis.
Según información adquirida por Stalin después del final de la guerra, 40,000 empresas propiedad de judíos siguieron financiando el fortalecimiento de la maquinaria de guerra alemana aún después de 1938.